Joana Vasconcelos resplandece en el Palacio de Liria rodeada de tesoros de la Casa de Alba

"Hemos recibido más de cincuenta mil visitantes hasta el momento, lo que supone un auténtico récord para nosotros". Son palabras de Álvaro Romero, director cultural de la Fundación Casa de Alba, quien recibe a 20minutos en el vestíbulo del Palacio de Liria, para conversar sobre la gran exposición con que la institución está celebrando su cincuenta aniversario. La artista elegida para la ocasión fue Joana Vasconcelos, una de las más audaces y cotizadas de la actualidad, que ha desplegado sus impactantes piezas en los salones y estancias del palacio de la calle Princesa, algunos de ellos por primera vez accesibles al público.

Dos leones -Vigoroso y Poderoso (2006)- custodian el vestíbulo cubiertos por un tejido negro de croché -o ganchillo, como le llamaban nuestras abuelas-, ajustado a sus cuerpos como una malla. Ese recubrimiento otorga un carácter completamente diferente a un símbolo de la fiereza. "Joana utiliza materiales como el crochet de las Azores en animales agresivos como el león o la avispa, dándoles una especie de segunda piel que los convierte casi en unas mascotas", indica Álvaro, antes de iniciar un recorrido repleto de sorpresas por la exposición titulada Flamboyant, donde queda patente el ingenio de una artista que consigue aunar la sensibilidad en sus trabajos y una factura grandiosa.

Esta técnica de confección artesanal, santo y seña de la artista portuguesa nacida en París, en 1971, supone una reivindicación de las labores habitualmente asociadas al ámbito femenino, pero también aportan otros significados y dimensiones a cada pieza. Así sucede en Piano Dentelle #3 (2016), que se ha ubicado en el salón de música. "Con el recubrimiento de ganchillo estoy protegiendo a estas piezas del mundo y, a la vez, dándole una nueva identidad, un look de lujo y preciosidad que convierte al piano en una obra de arte en sí mismo", describió Joana durante la presentación de la exposición.

Esta pieza de Vasconcelos permite acceder al maravilloso salón de música, habitualmente cerrado al público, una estancia que no existía antes del saqueo e incendio que destruyó prácticamente el Palacio de Liria en 1936. Afortunadamente, las principales pinturas, documentos, muebles, libros y otras joyas artísticas pudieron salvarse, aunque del edificio apenas quedaron en pie las fachadas. "El salón de música fue habilitado en los años cincuenta y por él han pasado figuras como Montserrat Caballé y Artur Rubinstein. Los duques fueron mecenas de músicos y escritores desde los orígenes de la Casa de Alba", recuerda Álvaro, señalando un retrato de Domenico Scarlatti, músico que muy probablemente asistía a los conciertos de cámara celebrados en el Palacio de Buenavista, también propiedad en su momento de los Duques de Alba, hoy sede del Cuartel General del Ejército, en la Plaza de Cibeles.

No es la única estancia que la Fundación Casa de Alba ha abierto al público con motivo de esta exposición. Una de las más especiales es la capilla, donde se despliega de manera inquietante Flaming Heart (2019-2024), un inmenso corazón rojo del que emergen tentáculos que casi le otorgan entidad de organismo; vasos sanguíneos que se extienden hacia los límites de este recinto, el más sagrado de palacio. El corazón espiritual desde el que se irradia vida al resto de dependencias, suspendido en una música que incita a la paz.
Este corazón conecta con otro que para Joana tiene una significación profunda, más desgarrada, unos salones más allá: Coraçao independente negro (2006), que llega desde el MUSAC de León, a diferencia de la mayoría de las obras expuestas, procedentes de la colección particular de la artista. Rodeado de retratos con personalidades ataviadas de color negro, el más elegante empleado por la corte española, como los de la condesa de Miranda o el rey Carlos II, gira pausadamente esta pieza compuesta por miles de tenedores de plástico, al son de la voz de la fadista más grande que hubo y habrá, Amália Rodrigues.

El corazón, el nuestro, se encoge al observar este monumental abalorio, brillante y oscuro como un azabache, envuelto en esa música. "El fado se escucha mucho en restaurantes, mientras se come, y por eso he empleado los tenedores para formar un pendiente de filigrana, símbolo de la pureza de la mujer -explicaba la artista-. Al mismo tiempo, esas canciones hablan de la ‘saudade’, de las emociones que produce el amor en el corazón. Es una pieza fundamental de mi carrera, con la que transporto parte de la cultura de mi país".

La Casa de Alba pretende mantener su conexión con el mundo contemporáneo mediante exposiciones como esta, algo que ha sido una constante en su trayectoria histórica. "Siempre hemos estado vinculados con las artes y las letras, como protectores, desde la época del Gran Duque a finales del siglo XV. Es la razón de ser de una casa nobiliaria", comenta Álvaro. Pensemos en los retratos del XIX y XX que se exhiben en el Palacio de Liria: Sorolla, Zuloaga, Sargent, Federico y Raimundo Madrazo, etc. "A partir de aquí, cada tres o cuatro años tenemos la intención de realizar una gran exposición, a pesar de ser muy invasivas e interferir mucho en la vida del palacio", asegura el director refiriéndose al futuro.

La mirada de Vasconcelos ahonda en el sentir de la mujer sin caer en un feminismo agresivo, simbolizando los momentos en que consiguió liberarse de los convencionalismos que la encorsetaban. Ocurre en Perruque (2012), una obra tallada en madera maciza, creada en su momento para ser expuesta en el Palacio de Versalles, dentro de las dependencias de María Antonieta. Ha sido necesario desmontar una ventana para introducirla en esta estancia, según nos reconocía Álvaro Romero. De ella penden mechones de pelo, de diferentes colores y texturas, que recuerdan las pelucas con que la mujer, siglos atrás, ocultaba su cabello natural. Su ubicación resulta perfecta en el salón donde se exhibe el retrato La duquesa de Alba de blanco, pintado por Goya en 1795, donde Doña María del Pilar Teresa Cayetana, luce pelazo negro, suelto y naturalmente voluminoso.

Según nos apunta el diccionario Larousse, 'flamboyant' significa resplandeciente o brillante, en francés, aunque también puede ser extravagante. Flamboyant es el título de la exposición que nos ocupa y tiene todo el sentido al observar obras como Marilyn (2011), en el salón de baile, un par de gigantescos zapatos de tacón formados a partir de cacerolas de acero inoxidable. "Estos objetos simbolizan el rol de la mujer en la familia, pero aquí se transforma en un zapato de baile -según palabras de Vasconcelos-. Es como si una princesa los hubiera dejado aquí antes de irse a dormir. Hay un lado mágico de transformación, aparte del juego de dimensiones, que habla de la mujer contemporánea, capaz de hacer varios roles al mismo tiempo, de encarnar una dualidad".

También resplandeciente y muy luminoso resulta J’Adore Miss Dior (2017), un lazo gigante formado por centenares de frascos de perfume, con leds en su interior que cambian de color, ubicado en el Salón del Amor. Ha habido que crear un soporte en forma de arco, especial para la ocasión, pero no ha sido este el mayor reto técnico. "El montaje de la exposición fue muy complejo, porque las piezas ocupaban nueve trailers y requirió tres semanas de trabajo, empleando grúas y plumas -nos relata Álvaro-. Los ingenieros del equipo de Joana se coordinaron con nuestros técnicos, para realizar un estudio y saber cómo y dónde ubicar cada pieza".

El ejemplo más elocuente fue la instalación de la obra de mayor volumen en la muestra, Valkyrie Thyra (2023), sobre la gran escalera principal del Palacio. Costó varios días instalarla y se sustenta desde el tejado, para no dañar la cúpula. Dos piezas similares se expusieron, hace unos meses, en la Feria de Arte de Bruselas, donde Vasconcelos fue la artista invitada para celebrar los 70 años de ese prestigioso encuentro internacional. El efecto que causa en el Palacio de Liria es realmente apabullante, con su delicado trabajo textil y las gamas de color y texturas que posee.
Las obras de Vasconcelos consiguen imbricarse perfectamente en las salas que las acogen, en ocasiones vinculadas con documentos que posee la Casa de Alba, como ocurre con Carmen (2001), una lámpara que cuelga a baja altura en la biblioteca. "Le sugerimos a Joana que el lugar idóneo para exponer Carmen era nuestra biblioteca, donde tenemos una carta que Prosper Merimée escribió a María Francisca de Sales, duquesa de Alba y condesa de Montijo, donde le agradece que un día le contara la historia de una gitana y unos soldados franceses. Aquel relato le sirvió como inspiración para su novela Carmen". La música que Bizet compuso para la famosa ópera del mismo nombre, resuena entre los volúmenes de la biblioteca.

El sentido del humor está presente en Le Dauphin et La Dauphine (2012), donde el marisco asume el papel de comensal en el salón comedor, rodeado de los impresionantes tapices que reflejan animales exóticos, reales o imaginados. También se establecen conexiones más profundas, según Álvaro Romero, quien es doctor en Historia: "Vasconcelos relaciona tradiciones paganas y cristianas, nunca desde la provocación, en composiciones que parecen reflejar a María y José, con el Niño Jesús, cuando en realidad son Flora y Baco. También recrea los colores que las esculturas clásicas lucían en su origen, mediante el croché de diferentes tonos".

Finalizamos el recorrido en el exterior del palacio, con la pieza más reciente creada por Joana, a quien vemos en su interior, en la foto anterior. La Théière (2025), una gigantesca tetera de hierro forjado portugués, creada ex profeso para esta exposición, ya está arraigando en Liria, puesto que las plantas trepadoras se han enlazado a ella desde su inauguración. Es un homenaje a Catalina de Braganza, reina portuguesa que casó con Charles II de Inglaterra, pero también un reconocimiento a todas las reinas portuguesas. En aquella figura advertimos lo mucho que nuestras dos naciones peninsulares, Portugal y España, tenemos en común, simbolizado por esta gran exposición. "Era muy católica, vestía de negro, tomaba baño cada semana con jabón, comía por la mañana una extraña fruta, la naranja, y por la tarde tomaba una bebida muy oscura: el té. Fue una mujer muy elegante y chic", en palabras de la artista.

Hasta allí llega al aroma de las glicinias que florecen en el jardín trasero del Palacio de Liria, de acceso abierto durante estos meses, como colofón extraordinario a este recorrido por la imaginación de una de las creadoras más interesantes de la actualidad. Vasconcelos consigue conectar el arte contemporáneo con referentes conocidos, propiciando un lenguaje próximo, profundo y a la vez atractivo, accesible para todo tipo de público.
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