‘El latín nos hace más libres y sirve para la vida’

El latín no huele a naftalina. Vive un sacudón que lo ha puesto de moda durante los últimos años. Y el filólogo español Emilio del Río demuestra en su libro, Carpe diem. Autoayúdate con los clásicos , que no hay nada más moderno que los antiguos. A través de consejos que vienen de los latinos, explica que ellos también se inventaron las fórmulas de autoayuda tan celebradas hoy.
La obra, que se publica en septiembre en Colombia, no es simplemente un listado de frases. El autor, que conoce en profundidad el mundo del latín, las explica y les brinda un contexto enriquecedor, con un lenguaje cercano y salpicado de humor. El latín sale de monasterios e iglesias y se impregna en la vida diaria. Del Río, que lo difunde en clases, redes sociales y un programa de radio, habla de este sacudón refrescante que disfruta la raíz de nuestro español.
En ‘Carpe diem’ plantea que los romanos ya habían emitido frases y consejos de los que hoy abundan en los discursos de autoayuda. ¿En eso también se nos adelantaron?¡Por supuesto que se nos adelantaron! Los romanos y los griegos ya lo habían dicho todo sobre la condición humana… y, por si fuera poco, en latín y en griego claro. Hoy nos venden como novedad cosas que Cicerón o Marco Aurelio ya habían dejado escritas mientras se ponían la toga. Que si “vive el presente”, que si “no te preocupes por lo que no depende de ti”, que si “haz cada día como si fuera el último”... Algunos pretenden descubrirnos la pólvora pero ya lo han dicho los clásicos.
El camino ha sido curioso: esas máximas sobrevivieron desde Roma en los monasterios medievales, se redescubrieron en el Renacimiento, han atravesado estos siglos siempre vigentes… y hoy están en Instagram. Frente a tanto charlatán de la autoayuda como hay ahora, los clásicos nos dan soluciones sólidas, efectivas, a una cuestión compleja y fundamental: ¿qué hay que hacer para ser feliz?
¿Cuáles son en latín, y en español, sus cinco consejos favoritos?Son las siguientes, en versión original, “subtitulada” y con un breve comentario adicional:
- Carpe diem. Vive la vida con plenitud (tienes que buscar siempre el lado positivo de la vida)
- Memento mori. Recuerda que morirás (y por eso es bueno darle un sentido a tu vida).
- Mens sana in corpore sano. Una mente sana en un cuerpo sano (es decir, para tener equilibrio emocional tienes que cuidar tu cuerpo).
- Ignoranti, quem portum petat, nullus suus ventus est. Ningún viento es favorable para aquel que no sabe adónde va (en la vida hay que tener objetivos y que sean realistas).
- Sine amicitia, nulla vita est. Sin amistad, la vida no vale nada (¿hay una definición más maravillosa de la amistad?).
Sí, y cada vez más. ¡El latín está de moda! No solo hay más interés en la universidad sino entre el público en general. En octubre de 2024 el diario El País titulaba a cinco columnas que aumenta en todas las universidades españolas el número de alumnos matriculados en la filología clásica. Y entre el gran público, los libros relacionados con el mundo clásico arrasan; ahí están mis libros Carpe diem. Ayutoayúdate con los clásicos, que lleva desde febrero 6 ediciones, o Latín lovers. Hablamos latín aunque no nos demos cuenta, 11 ediciones, o Locos por los clásicos, con 5 ediciones. Somos lenguaje y nuestra lengua viene del latín, así que si aprendemos latín, conoceremos más nuestra propia lengua y, por tanto, podremos pensar mejor. El latín nos hace más libres, es divertido y sirve para la vida.
En qué puede ayudar el conocimiento del latín a los jóvenes de hoy?El latín es como un gimnasio mental: fortalece la cabeza y mejora la agilidad del pensamiento. Nos enseña a construir frases como un arquitecto romano construía un arco: pieza a pieza, con precisión y equilibrio. Eso desarrolla la lógica, la memoria y la capacidad de análisis, que es oro en la era de los titulares rápidos. Además, es el ADN de nuestra lengua: conocerlo es como leer el manual de instrucciones de cómo pensamos y hablamos. Y, como decía Séneca, docendo discimus —enseñando aprendemos—, así que los jóvenes que aprenden latín no solo descubren a Cicerón, a Virgilio o a Catulo, también se descubren a sí mismos. En una época de coaching exprés y frases motivacionales prefabricadas, tener a Marco Aurelio, Horacio o Séneca en la mesilla de noche es como tener un equipo de sabios consejeros 24/7… ¡y gratis!
¿Ha estudiado el “boom” de lingüistas que se dio en Colombia en la segunda mitad del siglo XIX? Miguel Antonio Caro, Rufino José Cuervo y Ezequiel Uricoechea fueron grandes conocedores del latínSí, y es fascinante. Colombia ha tenido en su historia un verdadero olimpo de filólogos y lingüistas que no solo estudiaban latín: lo vivían. Miguel Antonio Caro: presidente, gramático, traductor de Virgilio y Horacio. Era capaz de pasar del Senado a las églogas sin cambiar de tono. Rufino José Cuervo: su diccionario es un monumento, y su pasión por el latín lo llevó a entender nuestra lengua con una profundidad única. Ezequiel Uricoechea: políglota, latinista, arabista… un sabio renacentista en pleno siglo XIX. También tenemos a José Manuel Marroquín, presidente de la República, escritor y gramático, que cultivó la prosa y la poesía con influencias clásicas, además de promover la enseñanza del latín. Y a Rafael Pombo, el gran poeta romántico y fabulista, que, aunque hoy se recuerde sobre todo por sus versos infantiles, tenía sólida formación clásica y sus traducciones son una joya.
¿Por qué presenta el libro en Colombia?Cada mañana me llevo Colombia a los labios… porque tomo su café. Y como tengo la tensión muy baja, si no tomo café no estoy en la vida. Así de sencillo. Pero más allá de ese producto de los dioses, me une un afecto profundo. Es un país de lectores apasionados, de estudiantes curiosos, de profesores que se esfuerzan en trasmitir el conocimiento sin el que no hay verdadera igualad (“Maestro” es “quien es más” y “ministro” es “quien es menos”). Y es, además, una tierra que ha sabido conservar el gusto por la palabra bien dicha y la conversación inteligente.
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