'Gangs of London': Pegarse también es bailar
%3Aformat(jpg)%3Aquality(99)%3Awatermark(f.elconfidencial.com%2Ffile%2Fbae%2Feea%2Ffde%2Fbaeeeafde1b3229287b0c008f7602058.png%2C0%2C275%2C1)%2Ff.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fb8b%2F6db%2F965%2Fb8b6db9659ad907256164a409b74f852.jpg&w=1920&q=100)
Hay un cine que no engaña a nadie: es el porno. La película porno está compuesta de escenas de sexo explícito separadas por escenas sin importancia, para respirar un poco. Sin embargo, esta fórmula no es privativa de la saga de Emmanuelle o de todas esas películas que empezaban con un fontanero llegando a casa. Ahora he escuchado en un reel en Instagram que Mission:Imposible, particularmente en las entregas dirigidas por Christopher McQuarrie, es el porno de los efectos especiales. El guión no existe. Los creadores se ponen a idear demencias (básicamente, desde dónde arrojar a Tom Cruise: un tren, un rascacielos, un avión militar…) y empiezan a producir y rodar esas escenas impactantes. Mientras, cuatro desgraciados se sientan a escribir un guion que justifique por qué está Tom Cruise colgando boca abajo de un tren al que se ha subido después de saltar con una moto desde el borde de un acantilado. Ya se pueden imaginar qué guiones van a salir de un proceso creativo semejante.
Cuando vemos porno, nadie se queja. Quiero decir que nadie espera un oscar a mejor guion o un bonito arco narrativo para el protagonista o que algún actor ahí sepa llorar. Sin embargo, las películas de acción siguen sometidas a condicionantes de calidad que en ningún caso observan, y por eso mucha gente no entiende John Wick y le parece una mala película. John Wick es el homenaje que los especialistas de cine se han hecho a sí mismos, la barra libre para sus capacidades. Una buena noticia reciente es que ahora (2027) van a dar un oscar a toda esta gente que se parte las costillas por Leonardo DiCaprio. “Achivement in stunt design”, lo han llamado. No sé cómo lo vamos a traducir. ¿“Oscar a la mejor fantasmada”?
Las películas de acción siguen sometidas a condicionantes de calidad que no observan
El caso es que Gareth Evans tiene muchas papeletas para llevarse este oscar. El director galés acaba de estrenar la tercera temporada de Gangs of London (SkyShowtime), y también la película Havoc (Netflix). Es el porno que decimos. Hay como cuatro o cinco largas escenas de acción, normalmente a puñetazos o a tiros, y su virtuosismo es tan impresionante que se te olvida de qué va la serie o la película. En rigor, va de lo de siempre, así que no hay mucho que lamentar en este olvido.
No sabemos qué le pasó a Gareth Evans en su infancia y adolescencia, pero, insensible a las gaitas galesas y al mito del Rey Arturo, tuvo que irse a la otra punta del globo terráqueo para encontrar un folclore de su gusto. Fue el “pencak silat”, un arte marcial del sudeste asiático. Gareth decidió hacer todo su cine desde ahí; partiendo brazos, piernas, rostros y atravesando paredes con brazos, piernas y rostros y, en fin, cualquier cosa que se le ocurriera y fuera muy violenta.
Se hizo famoso (o conocido) con las películas La redada y La redada 2. Sus elencos estaban compuestos íntegramente por asiáticos, de modo que nadie podía imaginarse qué demonios hacía un tipo llamado Gareth dirigiéndolas. Son como una de Bruce Lee con el peor luchador de todos siendo mejor que Bruce Lee.
Después (ya llegamos) se embarcó en la serie Gangs of London (2020), basada en un videojuego y que le queda mucho más cerca de casa. Gangs of London es como Los Soprano después de haber ido todos al gimnasio. He estado viendo las dos primeras temporadas para poder comentar la tercera, y les aseguro que a mitad de la primera temporada ya había perdido el hilo. Hay tantas bandas en Londres, tantos mafiosos, tantas madres malísimas y tantos infiltrados que uno no se aclara. Da lo mismo, porque van a acabar todos muertos.
'Gangs of London' es como 'Los Soprano' después de haber ido todos al gimnasio
Elliot Carter, el protagonista, no tuvo que decidir si aplicar el método Stanislavski o la técnica Meisner (cosas de actores serios), sino aprender pencak silat, boxeo, muay thai, jiu-jitsu y cómo disparar dos o tres mil armas diferentes. Es difícil adjetivar sus escenas de acción sin quedarse corto: electrizantes, increíbles, brutales. El baile de la violencia.
Al mismo tiempo, corre en Netflix la nueva película de nuestro amigo galés, titulada Havoc (“estragos”) y protagonizada por Tom Hardy. La elección del actor es muy atinada, pues en sus ratos libres Tom se dedica a ganar campeonatos de jiu-jitsu brasileño (sea esto lo que sea). Es acreditadamente brutísimo, este actor, como pude verse en el estupendo filme Warrior (2011).
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fffe%2F2b3%2F357%2Fffe2b3357dd70360528d499ae9ee8cce.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fffe%2F2b3%2F357%2Fffe2b3357dd70360528d499ae9ee8cce.jpg)
Sin embargo, Havoc es una película mediocre, y el propio Hardy está en horas bajas: parece cansado de vivir, como un crítico de series de televisión en el periódico. Está más feo, más flojo, más intelectual. Recordemos lo sanote que aparecía en Mad Max: furia en la carretera.
El guion de Havoc no ayuda: es la nada. La filmación se pretende eléctrica, pero los coches van a tanta velocidad que parecen de mentira. Sólo las escenas de acción (el porno) funcionan. Hay como dos tiroreos demenciales, uno en una discoteca y otro en una cabaña en el campo. Sangre y astillas por todas partes, hachas de cocina, cabezas destrozadas.
Te puedes saltar todo lo demás como hacías con Emmanuelle 4.
El Confidencial