Dos décadas bajo el misterio del ‘Salvator Mundi’

Al igual que un preso que sufre una condena, el cuadro más caro de la historia, Salvator Mundi, atribuido a Leonardo da Vinci (1492-1519), cumple 20 años y un mes desde que fue descubierto. No se le ha vuelto a ver públicamente tras su venta en subasta por 450 millones de dólares (unos 380 millones de euros) en 2017. Las dudas sobre su atribución van y vienen. Y también las especulaciones sobre dónde podría estar. En diciembre de 2018, The New York Times reveló que el comprador fue el príncipe saudí Mohammed bin Salman. Ese año llegó al Louvre parisino para ser estudiado, pero jamás se publicó el catálogo. Un periodista del Times neoyorquino consiguió el único ejemplar. La idea era mostrarlo en la pinacoteca francesa, quizá al lado de la Mona Lisa. Algo que habría rehusado el Gobierno galo. El Salvator nunca más apareció. “He visto el catálogo que se preparó para la inclusión de la pintura en la muestra del Louvre y respalda plenamente la atribución a Leonardo y, además, proporciona información científica y técnica adicional”, revela Robert Simon, un marchante muy conocido e historiador del Renacimiento Italiano, junto a su socio, Alexander Parish, quienes descubrieron la obra.
Pero las preguntas se derraman como el agua en una catarata. ¿Pudo haber un desacuerdo político por querer mostrarla al lado de la Gioconda? ¿El retrato forma parte de la estrategia cultural de país conocida como Saudí Vision 2030? ¿Será la estrella de un nuevo museo en Riad, como ha avanzado el académico de la Universidad de Princeton, Bernard Haykel, que lo sitúa en una cámara de seguridad de Ginebra? ¿Será una manera, además, de blanquear el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018? ¿Será la estrella del nuevo Louvre de Abu Dabi y aparecerá allí primero? A fin de cuentas, abrió sus puertas cuando se subastó la pintura. El heterodoxo escritor Kenny Scharter lo sitúa en el yate Serene, de 123 metros, propiedad del príncipe Mohammed bin Salman. La verdad es que cualquiera puede construir un museo a su alrededor. Quizá gastar 450 millones de dólares no fue la mayor excentricidad de un príncipe que hace 20 años tiró los dados sobre un Cristo cuya imagen parecía, por sí sola, sin restaurar, un calvario.
Nos queda la historia. El 10 de abril de 2005 se subastó, con el número de lote 664, en la página 110 y en una semidesconocida casa de pujas de Nueva Orleans (St. Charles Gallery), una tabla de nogal sobre óleo, con la trasera sujeta a base de rejillas de madera, en muy mal estado de conservación, fracturada y con un marco del siglo XIX, bajo la atribución After Leonardo da Vinci. (Italian, 1452-1519) Christ Salvador [sic] Mundi. (Después de Leonardo da Vinci. Cristo Salvador del Mundo (Italia, 1452-1519). Su precio de salida oscilaba entre 1.200 y 1.400 dólares, se vendió por poco más de 10.000 dólares. Pero en unos años sería la pintura (66 x 47 cm) más cara de la historia. Se remató en Christie’s Nueva York en 2017 por 450 millones de dólares (cerca de 400 millones de euros). El Salvator Mundi se convirtió para algunos expertos en el último leonardo da vinci. Un mito trazado, también, por la mercadotecnia. La certeza es que apenas hay 16 o 17 obras atribuidas sin dudas al genio del Renacimiento. Además se conocen unas 27 versiones del Salvator Mundi. Pero ninguno de sus discípulos —ni siquiera Boltraffio (1467-1516), quien sin duda era el mejor— tenía el talento de dibujar así la mano que bendice ni los rizos del lado izquierdo de la cabeza, que son idénticos al San Juan Bautista (1513-1516) del Louvre. El rostro repintado, en cambio, resultaba casi burlesco.

Pero había que tener fe en que detrás de esa pintura, que amenazaba ruina, hubiera trabajado Leonardo hace siglos con su incansable genio. Robert Simon, y su socio, Alexander Parish, ganaron la puja; y la defienden. “El rostro estaba probablemente repintado, pero la mano que bendice era de muy alta calidad”, recuerda Simon. Y añade: “Sí, fue arriesgado comprar la tabla, sin embargo en la vida hay que arriesgarse y esta vez salió bien”. En la trasera se podían leer las iniciales CC, que hacían referencia a la colección Cook. A ella perteneció un día el Salvator Mundi. El 25 de junio, de 1958, se vendió en la sala de subastas Sotheby’s, junto a 136 obras más, por unos 120 euros bajo la atribución a Boltraffio.
A partir de aquí empieza la novela. Graham Green podría haberla titulado El factor Leonardo. El polímata florentino lo cumple todo. Un genio, la imagen de un icono, el sentido de un museo, colas infinitas y muchísimo dinero. La National Gallery lo mostró en su exposición superventas —a pesar de que no se suelen exhibir muchas obras a la venta en un museo público— dedicada al maestro en 2011. Poco después, durante 2012, Simon y Parish intentaron vender la obra al Museo de Dallas, pero la institución no pudo recaudar los fondos que se pedían. Para complicar la situación, varios patronos no estaban convencidos de la autoría leonardesca. Tras dos años de restauración de Dianne Modestini (“algunos podrían argumentar que la tabla debería haberse dejado sin restaurar, como una reliquia arqueológica; no estoy de acuerdo: ahora está viva y conmovedora”, defiende Robert Simon) y otros tantos de investigación (se revisaron unas 27 variaciones de la pintura procedentes de su taller), Simon pensó que esta era la auténtica. “Fue un momento de comprensión impactante y de asombro”, subraya. También se abrió la parte más oscura del arte. Esa que lleva a puertos francos (lugares donde se guardan obras y que técnicamente se consideran en tránsito, luego están exentas de impuestos), lavado de dinero y engaños.

Con la ayuda del marchante estadounidense Warren Adelson, experto, sobre todo, en el trabajo de John Singer Sargent (1856-1925), en abril de 2013, la pintura se vendió de forma privada, según reveló The New Yorker, a través de Sotheby’s, al oligarca ruso Dmitry Rybolovlev, quien la habría adquirido en un lote junto con otras obras del siglo XX ofrecidas por el intermediario suizo Yves Bouvier, propietario de numerosos puertos francos. Rybolovlev creía que Bouvier trabajaba como su agente, a través de un porcentaje del 2%. La realidad era otra: el marchante suizo adquiría las piezas directamente de los propietarios y al momento se las revendía, acorde con el diario estadounidense, a su cliente por una suma mucho más alta. En unos pocos años, ganó cerca de 1.000 millones de dólares.
Salvator Mundi no fue una excepción. Bouvier la compró por 80 millones y la vendió al día siguiente al oligarca por 127,5 millones de dólares. El “coleccionista” ruso decidió desprenderse de todas sus obras y demandar a Bouvier por fraude en varias jurisdicciones. Lo siguiente fue una excelente estrategia de marketing. Loic Gouzer, responsable de arte contemporáneo de Christie’s, la incluyó en noviembre, bajo una enorme campaña publicitaria (The Last Leornado, El último Leonardo), en su sección de arte actual, y tras 19 minutos de pujas, en 2017, se vendió por esos 450 millones de dólares. Después, desapareció.
EL PAÍS