El bailaor Manuel Liñán invoca a Lorca a las puertas de la Alhambra

Recuerda Manuel Liñán (Granada, 45 años) que descubrió la poesía de Federico García Lorca en la voz de Curro Albaicín, cuando el bailaor era un niño en busca de su identidad por las calles de Granada y Albaicín, ese gitano de ojos azules, era el rapsoda del Sacromonte que en plena dictadura se atrevió a sacar al poeta de Fuentevaqueros del ostracismo: la voz de Federico en las cuevas del barrio con más flamencura de Granada. “Yo iba mucho a su casa, al carmen donde vivía, y él me hablaba de Federico, de cosas que no eran tan públicas, porque Curro recitaba mucho a Lorca, me acuerdo de los Sonetos del amor oscuro, que fue algo que me marcó profundamente cuando se los escuché por primera vez. Es Curro Albaicín quien me acerca a Federico”. Así lo evoca Liñán durante una conversación con EL PAÍS apenas una hora antes del estreno de Llámame Lorca, este pasado viernes, en el Teatro del Generalife de Granada, a las puertas de la Alhambra, un montaje de enorme ambición coreográfica y escénica que puede verse hasta el 16 de agosto dentro del ciclo Lorca y Granada en los Jardines del Generalife, que organiza la Junta de Andalucía.
Y fue la voz, la cadencia y, sobre todo, la imponente presencia escénica de un Curro Albaicín atemporal, fuera del tiempo y el espacio, lo que coronó a Manuel Liñán en el estreno de Llámame Lorca sobre el escenario granadino. Hubo vítores y lágrimas entre el público: “No entendería haber venido hasta aquí sin Curro”, reconocía, sencillamente, Liñán. Pero antes, durante y después de esos momentos sublimes, el bailaor y coreógrafo granadino planteó un espectáculo de alta intensidad poética y coreográfica con el que pretende abrazar a todos los Lorcas posibles: el amante del folclore, el vanguardista; el poeta y el dramaturgo; el apasionado por la vida, pero con un ojo siempre mirando a la muerte; el de los amores imposibles y prohibidos, el defensor de la mujer… “He querido ser muy ambicioso, sí, y abarcar todo lo que se pueda de la obra de Lorca, con la intención de que esté con nosotros cada noche. Hacer una invocación para tener a Federico presente”.

Para ello, Liñán, distinguido con el Premio Nacional de Danza en 2017 y uno de los coreógrafos flamencos de más proyección internacional en la actualidad, ha recurrido a “un entorno muy granadino” para montar la arquitectura de Llámame Lorca, con la incorporación de artistas locales como la bailaora Raquel Heredia La Repompa, el cantaor Antonio Campos —también encargado de la composición musical en el soberbio paso a dos que protagonizan Liñán y el bailaor José Maldonado—, el jovencísimo tocaor José Fermín —otra de las grandes sorpresas del espectáculo— y un cuerpo de baile de ocho bailaoras granadinas de carreras aún emergentes a las que Liñán ha sabido exprimir y moldear hasta llevarlas a su territorio creativo.
Es un maestro Liñán en sacar lo mejor de cada artista de los que se rodea. No solo asume el riesgo de apostar por un cuerpo de baile femenino de trayectoria incipiente y sale airoso; sino que se atreve también con otras singularidades, como las del bailaor José Maldonado, protagonista de una escenografía que comienza con una pared blanca que, en realidad, es un lienzo sobre el que Maldonado, que domina también las artes plásticas, va pintando en directo con gran destreza algunos de los motivos lorquianos más populares: la Luna, un ojo, un disparo que finalmente le lleva a la muerte…. Y así hasta que entra en escena otro de los artistas invitados, al que Liñán coloca en un estado de gracia: el cantante sevillano Falete, conocido por sus interpretaciones de copla y canción española, pero que en Llámame Lorca se mete en las costuras del flamenco por derecho para dejarse el alma en una saeta y unos fandangos que el granadino aprovecha para interpretarlos al baile con ese nervio gozoso que ya es marca de la casa.

Más riesgos: Liñán se atreve a mezclar versos de diferentes poemas de Lorca en un único tema para el que baila también apasionadamente. Versos como “eran las cinco de tarde”, “verde que te quiero verde”, van saliendo de la voz de Antonio Campos en una bella adaptación realizada por el propio coreógrafo; al igual que el romance inicial del espectáculo, donde Liñán ha recogido frases de casi todas las obras de teatro del de Fuentevaqueros.
Así ha concebido el artista un espectáculo que presentaba la dificultad inicial de intentar aportar algo nuevo con Lorca, un poeta tremendamente revisitado desde el flamenco. “Es que Lorca es como Dios, está interiorizado, lo tenemos dentro de nosotros. Es como alguien en quien crees y que te acompaña, que está siempre contigo. Por eso la pregunta era ¿qué hacer con Lorca? Pues decir, todos somos Lorca. Todos somos la misma persona. Todos seguimos teniendo las mismas inquietudes que él, que siguen siendo actuales: la muerte, el amor, la dualidad de lo tradicional con lo moderno…”.

Y junto a la omnipresencia del poeta, Liñán ha lidiado también con el peso de la ciudad que une al artista de la Generación del 27 con el bailaor flamenco del siglo XXI. De Granada no se puede escapar, solo se puede salir por el cielo, es la cita apócrifa más célebre de Lorca que, sin duda, se hace presente en este montaje. “Efectivamente, de Granada no se puede huir, lo único que puedes hacer es entregarte. Y aunque te vayas, Granada te persigue”, concluye Manuel Liñán.
EL PAÍS