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El concierto sin (apenas) aplausos de Max Richter en las Noches del Botánico

El concierto sin (apenas) aplausos de Max Richter en las Noches del Botánico

Cuando este lunes comenzaron a sonar las primeras notas de órgano y violín de 'They Will Shade Us With Their Wings', con el zumbido de una frecuencia electrónica de fondo, quedó claro que Max Richter (Hamelín, Alemania, 1966) es algo así como una estrella de la música clásica. Los 2.500 espectadores que llenaron el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de Madrid, con todas las entradas vendidas desde abril, esperaban impacientes y en un respetuoso silencio, poco habitual en los festivales de verano, la salida del compositor más aclamado y cotizado que ha dado este género culto en los últimos años.

Es curiosa la expectación que despierta Richter, no muy distinta a la de las figuras del rock y del pop que han pasado este año por las Noches del Botánico, como Van Morrison o Texas. Un fenómeno extraño que aglutina a seguidores de varias generaciones, incluídas familias al completo, donde se pueden ver camisetas de grupos tan dispares como Nirvana, The Postal Service, Oasis, Metallica y bandas más sucias y experimentales del 'underground' estadounidense como Enablers. La democratización de la música clásica. A todos ellos ha llegado el compositor alemán, a pesar de no haberse prodigado mucho en la capital en los últimos diez años.

En concreto, solo cuatro veces. Algunos seguidores bromeaban ayer con que la actuación de anoche no fuera como la de 2017, la más polémica e insólita de cuantas ha dado en su carrera. En aquella ocasión, dentro de la programación de Veranos de la Villa, Richter convocó a 400 seguidores con colchonetas y sacos de dormir para disfrutar de 'Sleep', un espectáculo para escuchar acostado y durante la madrugada, mientras él tocaba… ¡ocho horas! Este referente de la música clásica contemporánea y minimalista en su máximo esplendor, en una experiencia que hasta contó con la ayuda de un neurocientífico para estudiar el efecto de la música en el subconsciente y su relación con el sueño. ¿Ciencia, música, marketing?

Richter lo calificó de «nana para el mundo moderno» y también agotó sus entradas, aunque no todo el mundo aguantara hasta el final, entre bostezos y ronquidos. Ayer, por suerte, la cosa no iba de dormir, sino de mantener los ojos y los oídos bien abiertos ante una formación que contaba con un quinteto de cuerda, mientras él dirigía desde el piano, los teclados electrónicos y el ordenador. Según anunció al comienzo, el concierto se dividió en dos partes. La primera dedicada a su último disco, 'In A Landscape' (2024), y la segunda a 'The Blue Notebooks', un álbum que salió originalmente en 2004 y que ha ido sumando reediciones especiales a medida que cumplía años.

Entre otras, en esta primera mitad sonaron el violín y el violonchelo de 'And Some Will Fall', con toda su potencia dramática; las grabaciones de los pájaros de 'A Colour Field (Holocene)', con las vistas del frondoso bosque de abetos que rodea el recinto, escenario perfecto para la música de Richter, o la sutil electrónica de 'The Poetry of Earth (Geophony)', que se mezclaba con el incesante ruido de las chicharras del Real Jardín Botánico, tan alto, que por momentos amenazaron con boicotear el concierto. Los asistentes, sin embargo, escuchaban concentrados unos temas que se enlazaban unos con otros sin apenas interrupciones por los aplausos. No en señal de aburrimiento, sino de respeto y admiración, como si estuvieran viendo una de las películas a las que el compositor alemán ha puesto banda sonora, mientras el sol se escondía en el horizonte.

«Este está en mi algoritmo de música de fondo para trabajar», bromeaba un espectador de mediana edad cuando empezaron a sonar el violín y el piano de 'Love Song (After JE)' con los que Richter cerró una primera parte más contemplativa, plana, monótona y menos experimental que la música de sus referentes. Véase, Brian Eno, Philip Glass, Julia Wolfe, Michael Nyman o Steve Reich. Por fortuna, la actuación creció en intensidad cuando el compositor empezó a interpretar 'The Blue Notebooks', el trabajo que, según explicó, compuso «mientras se estaba armando la invasión de Irak» y en el que incluyó textos de Franz Kafka y el poeta polaco Czeslaw Milosz en la voz de la actriz Tilda Swinton, ayer sustituida por la cantante y DJ Afrodeutsche.

Tras el tema homónimo del disco sonó 'On The Nature Of Daylight', una pieza que no compuso para ninguna banda sonora, pero que se hizo mundialmente famosa tras ser incluída en películas como 'Shutter Island' (2010) y 'La llegada' (2016) y un buen número de series. A medida que avanzaba la noche y las chicharras se callaban, la electrónica fue ganándole terreno a la versión más clásica de Richter. Los arpegios del compositor jugaban con las melodías de sus dos violinistas, Eloisa-Fleur Thom y Max Baille en 'Shadow Journal' o esa especie de diálogo imposible entre Bach y Steve Reich que es 'Iconography'.

Sonaron en la recta final 'Vladimir's Blues' y el ritual de 'Organum', antes de que el músico alemán se despidiera con 'The Trees', con esa melodía llena de energía en la que se van sumando instrumentos en una especie de final épico. Como si la luz, por fin, se abriera camino entre todo el dolor que ha atravesado el escenario a lo largo de hora y media.

ABC.es

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