Este escritor te cuenta por qué los hombres están tan perdidos (y hay tanta obsesión por el dinero)
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En este caso quien lo ha escrito es el periodista y novelista británico Andrew O’Hagan (Glasgow, 1968). Con pulso de reportero se ha metido en los paisajes más abyectos de la actualidad de Reino Unido -que podría ser la de Madrid en una escala no mucho menor- con sus aristócratas y esa “gente de bien” codeándose con magnates que proceden de regímenes corruptos y que están podridos de dinero; se ha metido en el mundo de los hackers y los ávidos del dinero fácil de las criptos; se ha metido en el mundo de los influencers y la vacuidad digital; se ha metido en ese mundo en el que convive la copa de Glennfidich en el club privado con el barrio de vivienda social con una brecha de desigualdad cada vez mayor; se ha metido en las obscenidades del dinero… Y se ha metido también en la crisis moral y de conciencia de los hombres blancos (que se creían liberales) y que no saben qué hacer con casi nada de lo que está pasando (mucho menos con las mujeres).
Caledonian Road es una de las novelas del año y O’Hagan ha venido a Madrid para contárnosla. Y pese al panorama desolador se muestra muy optimista con el futuro: estamos ante un cambio de régimen e iremos a mejor. Él ya ve la luz al final del túnel.
PREGUNTA. Leí que le tomó alrededor de diez años construir toda esta historia. Hace diez años estábamos en 2015 o 2016, un momento —no sé si usted lo percibe así— en el que todo cambió: el presidente Trump, el Brexit, el movimiento Metoo, olas reaccionarias…
RESPUESTA. Precisamente ese fue el punto de partida para escribir el libro. Era como intentar bailar en un escenario donde la escenografía cambiaba constantemente; todo estaba en movimiento. Comencé la obra en 2013 y, para 2016, ya se había instaurado un régimen semifascista en Washington. En el Reino Unido, un gobierno conservador promovía la austeridad y políticas antiinmigración. Luego llegó el Brexit, después la pandemia. Todo esto ocurría mientras investigaba para el libro. Era una locura y el material se me escapaba entre los dedos, pero entonces decidí captar el panorama completo. Y eso enriqueció la obra. El libro tuvo que ser revisado y reformulado, pero en última instancia, esa evolución fortaleció la historia. Es una narración de cómo hemos vivido en estos años, una crónica de nuestro tiempo.
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P. ¿Cómo llegamos hasta aquí?
R. No tenía idea de que estas energías, esta oscuridad, se desatarían a lo largo de las décadas, y que lo harían de la mano de la tecnología. Por eso este libro, aunque recuerda a una novela victoriana —con su elenco de personajes, política, pobreza y desigualdad—, lo que realmente lo hace palpable es la tecnología: las redes sociales, Internet. Debemos hacernos la pregunta, y el libro la plantea: la tecnología debería habernos acercado, hacer que nuestras comunidades estén más conectadas. ¿Por qué, entonces, ha exacerbado aún más las diferencias sociales? ¿Por qué la brecha entre ricos y pobres es ahora más profunda que nunca?
Esta es una pregunta tanto para novelistas como para periodistas, creo yo. Esta es una novela periodística, y todas mis habilidades como reportero las puse en práctica cada día para crear este libro.
Una persona sin instinto periodístico no podría haberlo escrito. Porque se necesita estar dispuesto a hacer lo que tú haces como periodista: calzarse los zapatos, ponerse la chaqueta y salir al mundo. Los novelistas a veces solo viven en su cabeza. Sí, hay mucho de mi mente en este libro, pero la verdadera acción estaba afuera. Muchas cosas sucedían ahí.
"La tecnología debería habernos acercado, ¿por qué, entonces, ha exacerbado aún más las diferencias sociales?"
P. Mencionó la pandemia. Este libro está ambientado en 2021 cuando todavía había que llevar mascarilla y había restricciones. En España, el Gobierno hablaba mucho —no sé si en el Reino Unido fue igual— de que después de la pandemia íbamos a ser mejores, que todo iba a mejorar, que estaríamos más unidos, más solidarios, pensando más en la comunidad. Y lo que estamos viendo, y este libro lo cuenta, es una brecha aún mayor entre todos. Una brecha más grande en la desigualdad, entre pobres y ricos, y entre las propias personas.
R. Creo que el covid nos mostró a todos, en cada una de nuestras sociedades, la profundidad real de la desigualdad. Simplemente, cuanto más pobre eres, más vulnerable te vuelves. Las personas con menos recursos murieron en mayor número. Además, muchos de ellos ya tenían sobrepeso, lo que evidenció la crisis en la alimentación, la nutrición y el sistema sanitario. Esto ocurrió en España, Francia, Alemania, Italia, Estados Unidos… en todas partes. Necesitábamos una demostración clara, y la pandemia nos la dio.
"¿Sabes qué representa Trump y por qué es el presidente? Es la idea que una persona pobre tiene de cómo es una persona rica"
Durante la investigación del libro, le pregunté a un ministro británico cuál era el grupo social que estaba muriendo en mayor número. Fue muy específico: mujeres bangladesíes en las Midlands, concretamente en Leicester. Decidí ir a Leicester. Tomé el tren y visité una fábrica, un taller clandestino, donde mujeres bangladesíes confeccionaban ropa. Estaban muriendo en grandes cantidades porque compartían materiales sin protección, las máquinas estaban en mal estado y se pasaban herramientas entre ellas. Así, se contagiaban de covid y morían, muchas veces mujeres jóvenes y sanas. Pensé: estas mujeres ganan cuatro libras por hora, unos seis euros. Si esto no tiene que ver con la pobreza, con el racismo o con la forma en que vivimos ahora, entonces no sé a qué más podría deberse.
Así que, para responder a tu pregunta, creo que el covid fue como un neón luminoso. Nos mostró, iluminó a la sociedad. Y creo que esa será la mayor lección de esos años de confinamiento. Lo que hacemos con esa información, sin embargo, hasta ahora ha sido usarla para justificar que hay que expulsar a los migrantes. Entonces, ¿después del covid nos volvimos más compasivos? ¿Dijimos: “Miren, nos unimos, superamos esto juntos, nuestros hijos aprendieron una lección de solidaridad, el sistema de salud funcionó y desarrollamos una vacuna rápidamente a nivel mundial”? Nadie dice eso. Lo que decimos es que los migrantes deben mantenerse fuera. Y si miramos lo que ocurrió a nivel internacional, tenemos a Donald Trump llamando a la pandemia “la gripe china”. Odiamos a China. Odiamos a los extranjeros. Eso es lo que hizo que el mundo se volviera aún más dividido.
P. Y que todo el mundo quiera ser obscenamente rico.
R. Hay una obsesión. Y déjame decirte que por eso Trump es presidente. ¿Sabes qué representa Trump? Es la idea que una persona pobre tiene de cómo es una persona rica. Si te preguntara cómo imaginas a una persona rica en tu fantasía, probablemente pensarías en alguien exitoso, bueno en los negocios, que gana mucho dinero. Dirías que es alguien con buen gusto, con cultura, que tiene una casa bonita y bien decorada, que come bien, que es amable, que dona mucho dinero y apoya buenas causas. Dirías: “esa es una persona rica”. Esa sería la persona rica que yo sería si fuera rico, ¿de acuerdo? Pero las personas pobres dicen: Trump. Tiene la cara naranja. Tiene grifos dorados en su bañera. Es un fanático. Viaja en un jet privado. Es un monstruo. Come fatal. No tiene cultura. Salvo la cultura de hacer dinero. Pero eso es lo que es un rico para los pobres. Ahí es donde estamos ahora.
¿Y quién puede describir eso? Un novelista puede. Es muy difícil para un periodista escribir un editorial todos los días diciendo: “Hay un cerdo vulgar que dirige Estados Unidos y que está vendiendo a los jóvenes una falsa idea de virtud y bondad”. Eso es complicado. Mientras que un novelista puede decir: “déjame mostrarte las conexiones que llevan a los pobres a caer en esta trampa”. El contexto de la novela es cómico, es entretenimiento, pero el mensaje es moral.
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P. ¿Y qué ha pasado con los hombres en este contexto? Yo siento que los hombres están un poco perdidos con esta sociedad que tenemos ahora. El personaje de Campbell Flynn representa a este hombre blanco liberal de unos 50 años que no sabe qué hacer con casi nada.
R. Sí, es un hombre típico de mi generación. Pensaba que estaba del lado correcto de la historia. Es un liberal, toma las decisiones correctas. No es racista, no es misógino, así que se felicita a sí mismo. Pero en realidad, es un liberal en crisis. Sí, porque, como le dice Milo [el alumno joven y el otro gran protagonista], es mucho más racista de lo que él cree. Las instituciones que él apoya son misóginas. Está en apuros porque atraviesa una crisis de conciencia. Ha vivido una vida en la que se veía a sí mismo como Tony Blair: “Soy un buen tipo. Mírenme, soy un buen tipo. Soy un hombre blanco liberal”. Y le responden: “Eso es jodidamente difícil de ser porque ustedes no están haciendo lo suficiente para arreglar el mundo. Lo están destruyendo. Ustedes, los liberales que viven en casas de siete millones de libras en Londres, París o Madrid deberían hacerse la pregunta: ¿cómo de buenos son realmente?”
Desde los orígenes de la novela, desde que existen los vertederos, la literatura ha planteado esta pregunta: ¿qué es la bondad? ¿Qué es una vida buena? Seguimos haciéndonos esa pregunta. Con herramientas diferentes, en contextos morales distintos, pero seguimos preguntándonos: ¿qué es una vida buena? Esa pregunta es la cuestión central para Campbell Flynn.
Parte del problema, como dices, para él, para mí y para todos nosotros, es la masculinidad. La sociedad se construyó sobre un falso prospecto del poder masculino. Las mujeres, por supuesto, lo han sabido desde hace mucho tiempo. Han sido ustedes quienes realmente han liderado la campaña para mejorar el mundo. Crecí rodeado de mujeres fuertes. Mi padre fue un inútil, ausente, tóxico. No podía dejar de ser una máquina de prejuicios. No le gustaban los gays, era bastante racista y no le interesaban los derechos de las mujeres. Pero aquí está la noticia: tuvo cuatro hijos varones y todos somos feministas. Aprendimos observando a mi madre. Yo solía decirle: “¿Por qué le haces la cena a mi padre? Que te la haga él a ti, tú has estado trabajando todo el día”. Ella respondía: “Bueno, tengo que hacer la cena, luego limpio”. Y yo le decía: “No, no tienes que hacerlo. No en mi mundo”. Tengo una esposa, tengo una hija y yo no esperaría que ellas limpiaran mi mierda. Es un ejemplo pequeño, pero en el conjunto de la sociedad estamos en crisis porque ese modelo de dominación masculina está completamente roto.
P. ¿Y no está volviendo esa masculinidad tóxica en los jóvenes con los youtubers?
R. Sí, tenemos la masculinidad tóxica que circula en internet. La gente habla de Andrew Tate. Y sí, hay hombres jóvenes que están en internet, viendo porno, y tienen una idea completamente equivocada de lo que es el sexo. Piensan que es una especie de fantasía de violación y que a las mujeres les encanta que las maltraten. Ningún hombre que yo conozca cree que a las mujeres les guste que las hagan daño durante el sexo. Y conozco a muchos hombres. Soy el menor de cuatro hermanos varones y estoy rodeado de hombres que quieren mejorar, aunque aún nos queda mucho por hacer. No conozco a ningún hombre de verdad que crea que a las mujeres les gusta que las estrangulen durante el sexo. Ni uno solo. En internet puedes escuchar mensajes que dicen: “A las mujeres les gusta el dolor. A las mujeres les gusta que dos hombres se las follen al mismo tiempo.” Todo eso es un invento. Hay jóvenes que son estúpidos y siguen ese ejemplo, pero creo que eso no durará mucho tiempo porque es tremendamente ofensivo. Y, además, es completamente contraproducente. Las mujeres se están volviendo más fuertes y está surgiendo una generación de mujeres que no hablarán ni se acercarán a hombres que sean así. Sí, todavía existen problemas con las actitudes masculinas, pero ya no se aplauden. Ninguna mujer piensa que está bien. Hay un basta ya con respecto a todo esto.
"Está surgiendo una generación de mujeres que no hablarán ni se acercarán a hombres que sean tóxicos"
P. En la novela muestra otra vez esa brecha entre jóvenes y hombres de mediana edad.
R. Sí, el personaje de Milo dice: ustedes creen que ya han respondido todas las grandes preguntas, pero están todos ligados a instituciones que están equivocadas. Los bancos: mal. Las universidades: mal. Los medios de comunicación: mal. Las grandes empresas: mal. Por eso lo que Milo dice es: “Voy a enviar gremlins y troyanos informáticos a sus empresas y las voy a reventar.” Es un hacker ético moderno, pero también él descubrirá sus propios problemas en su generación.
La generación Z tendrá que enfrentarse a grandes desafíos. Cada generación cree que es la que va a resolver la naturaleza humana. Mi generación también pensaba que lo lograría, pero no lo conseguimos. Así que aquí está la novela: alguien de mi edad, un idealista de mi generación, se enfrenta a un idealista de una generación más joven. Realmente creo que una generación más joven dirá: “No uses ese lenguaje con las mujeres”. La forma en la que mi padre hablaba con mi madre está desapareciendo. A nivel cotidiano, sí, seguirán existiendo radicales, pero si ese tipo de comportamiento masculino tóxico regresa, creo que habría una guerra con las mujeres porque las mujeres ya no van a permitir que se les hable así. La sociedad ha cambiado.
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P. Pero tenemos a unos cuantos radicales en aumento… y con un lenguaje muy machista, muy ruidoso. Y también con muchos mensajes racistas.
R. Creo que esa extrema derecha es una especie de último coletazo… ¿Sabes cuando un animal está muriendo y da un último golpe con la cola? Creo que eso es precisamente lo que está pasando: la cola agitándose mientras muere. La derecha crecerá durante los próximos años, impulsada por el Brexit en mi país o por la migración en otros lugares. Lo veréis en España, donde oiréis a gente decir: “Fuera esta gente de nuestra comunidad, están usando nuestros recursos, están robando a la sociedad”. Pero creo que, dentro de una generación —eso espero— la generación de Milo empezará a estar al mando. Eso es lo que suele pasar.
Aunque no lo creas, soy lo suficientemente joven como para sorprenderme de cuánta gente de mi generación ya dirige el mundo. Los directores de los periódicos tienen mi edad. El primer ministro tiene mi edad. Recuerdo cuando todas esas personas eran solo estudiantes, idealistas, utópicos. Pero llegará un momento en que la generación Z estará al frente del Gobierno, de los periódicos, de los medios de comunicación. Estarán al mando de algo grande. Así es como funciona el mundo. Y creo que, para entonces, el viejo mundo se verá como en tiempos victorianos, cuando se pensaba que estaba bien que las mujeres no pudieran votar. Solo han pasado 150 años desde entonces. Hace apenas 100 años todavía existía la esclavitud. Creo que cada generación tiene que atravesar la oscuridad para llegar a la luz. Y ahora mismo estamos en ese lugar oscuro, porque no sabemos bien cómo acabar con el antiguo régimen.
P. Y ahí estará la inteligencia artificial.
R. Y la pregunta será: ¿Estará la inteligencia artificial programada con los valores adecuados? ¿Un robot se negará a realizar una tarea misógina? Esa es una buena pregunta. ¿Estarán programados para decir que no? Si yo digo: “Robot, discrimina a esa mujer. Tráeme el té a mí, pero no se lo lleves a ella”, ¿responderá la inteligencia artificial: “eso no es posible”? Es una pregunta de novela.
"¿Sabes cuando un animal está muriendo y da un último golpe con la cola? Creo que eso es lo que es la extrema derecha"
P. En la novela también hay críticas a la izquierda. También, dice usted, han tenido una responsabilidad en todo esto.
R. Sí, lo creo. Sería un error culpar únicamente a la derecha de la crisis en la que estamos, ya sea en términos de género o económicos. La izquierda también ha contribuido a hacer la vida absurda, con ejemplos como la corrección política. Apoyo los valores del pensamiento ilustrado, pero creo que cancelar a las personas por no estar de acuerdo con ellas no es ilustración. Disfruto bastante con la gente que no está de acuerdo conmigo. Y también disfruto cuando me insultan. Puedo ser insultado, lo aguanto. Puedes decirme: “Eres un imbécil, llevo media hora escuchándote y estás lleno de tonterías”. Y no pensaría: “No puedes decir eso, ¿cómo te atreves?” Ser insultado forma parte de la vida humana. La sátira, el ridículo… me gusta que me ridiculicen. Me gusta la comedia porque muchas veces se basa en señalar alguna verdad incómoda sobre algo. A mí no me gusta vivir en un mundo donde la gente dice todo el tiempo: “Me siento insultado”.
P. La ofensa continua.
R. Todo el mundo se ofende. Los jóvenes no aguantan que les digas algo. No sé, creo que ya no se me puede insultar. Estamos perdiendo el sentido del humor. Los jóvenes son muy solemnes. Todo es como un sentimiento intenso. Ok, está bien, pero ¿podemos reírnos un poco? Bromas sobre lo que pensamos, lo que dijimos, cómo nos vemos, qué nos hicimos hoy en el pelo. Antes los amigos llegaban al bar y te soltaban: “¿Qué te hiciste en el pelo?” Ahora eso sería casi una ofensa grave.
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P. Quiero preguntarle por Julian Assange… Usted trabajó con él y después fue censurado por él, un hombre considerado precisamente adalid de la libertad de expresión.
R. Julian no quería que escribiera la verdad sobre el tiempo que pasamos juntos. Me caía bien Julian y admiraba su causa, admiraba su trabajo con WikiLeaks y estaba feliz de colaborar con él. Y también le pedí que recordara quién soy. Soy escritor y periodista. No me invites a tu casa y luego me digas que no sea yo mismo. Tuve una grabadora encendida todo el tiempo y estuve tomando notas. No fingí ser otra persona. No le prometí que nunca escribiría nada. Así que de lo que realmente estamos hablando es de control. Antes preguntabas por los errores de la izquierda además de los de la derecha. La izquierda también ha intentado controlar el discurso, igual que la derecha. Si quieres ver el control en acción, ve a una reunión editorial en un periódico de izquierdas. ¿Crees que todos son abiertos, que cada uno tiene su opinión y la expresa en el contenido del periódico? No. WikiLeaks, me temo, era tiránico con el control. Él intentó controlarme y yo le dije: no vas a controlarme, voy a escribir lo que sé que es verdad porque lo he documentado con mis propias notas y grabaciones. O crees en la libertad de expresión o no crees.
"Es un período oscuro para mi generación, pero la que viene está llena de idealismo y resistencia frente a la manipulación"
P. La izquierda estaba entusiasmada con Assange.
R. Es un tipo que lucha por la libertad de expresión, pero al mismo tiempo intentó controlar mi libertad. Eso es una contradicción. Y tienes razón, porque yo también estuve en esa época, y pensaba: esta gente de izquierdas está muy, muy… de acuerdo con Assange, pero al mismo tiempo él actúa de una forma que no es liberal. No es ni de izquierdas ni liberal, al menos para mí. Y no creo que esas personas que le defendían estuvieran realmente en la izquierda. Yo quiero proteger los valores reales de la libertad de expresión. Nunca voy a censurar a alguien que intente expresar su verdad, sea cual sea su verdad. Él intentó censurarla. Me silenció.
P. Hemos hablado sobre el dinero, la sociedad, los hombres y las instituciones. ¿Tiene miedo por la democracia?
R. No, en realidad me siento bastante optimista al respecto. Estamos avanzando hacia la luz y saliendo de un periodo oscuro. Es un período oscuro para mi generación, pero la que viene detrás está llena de idealismo, energía renovada y resistencia frente a la manipulación tecnológica: Facebook, el marketing, los algoritmos, Android, la inteligencia artificial. Tienen un escepticismo saludable así que tengo mucha fe en la próxima generación. Creo que van a transformar la democracia en algo nuevo, algo más abierto. Por eso me gustaba WikiLeaks. Era una señal del futuro. No puedes tener un Gobierno que mienta a su pueblo sobre asuntos militares, cuando ese pueblo paga impuestos para sostenerlo. Eso ya no es posible, porque vamos a publicar esa mierda. Ese es el lado bueno de internet. No quiero vigilancia por todas partes, pero sí quiero pruebas. Y creo que la próxima generación es un poco más responsable que la nuestra a la hora de demostrar las cosas, especialmente sobre el planeta. No van a fingir que no saben. Mi generación fingía que no sabía que usar laca para el pelo era contaminante, aunque lo sabíamos. Estábamos atravesando una época de fingimiento. La próxima generación ha dejado de fingir.
El Confidencial