Gilbert Cruz, periodista cultural: “Uno puede interrogarse sobre la misoginia en los libros de Philip Roth y apreciar esas obras”
Lleva tres años al frente del suplemento de crítica literaria y como responsable de la cobertura de libros en The New York Times. Antes, Gilbert Cruz (Nueva York, 43 años) estuvo al cargo de la sección de cultura del mismo periódico, y pasó por las revistas New York y Entertainment Weekly. El domingo, apenas unas horas antes de que cerrara la Feria del Libro de Madrid de 2025, dedicada a la ciudad de Nueva York, participó en una conversación organizada por EL PAÍS, con Jordi Amat, coordinador del suplemento Babelia.
Cruz defiende una aproximación desprejuiciada a los libros y asume que ante la explosión de títulos que hoy se publican, un medio debe no solo apostar por la crítica, sino tratar de llegar a los lectores por todos los canales posibles y ayudarles a llegar a las obras que puedan interesarles. “Hay mucha gente a la que le interesan los libros”, defiende. Cada semana presenta el podcast sobre libros del NYT y aparece con frecuencia en los vídeos del suplemento.
Pregunta. ¿Cuál fue el primer libro que le enganchó?
Respuesta. El misterio de Salem’s Lot de Stephen King. Yo tenía 9 o 10 años y descubrí que los libros pueden tenerte en vilo, ser emocionantes, y se pueden convertir en una obsesión.
P. Escribió el año pasado una cuidada guía de lectura de King, así que esa pasión sigue viva.
R. Leí mucho a King hasta la adolescencia y luego fui hacia los considerados libros serios. Iba a la librería Strand a comprar novelas de Hemingway y Fitzgerald y Philip Roth. No volví a King hasta finales de mi veintena. Lo que entendí entonces, y lo que trato de transmitir hoy con mi trabajo, es que hay un valor en Stephen King y también en El gran Gatsby, que es el libro que probablemente he leído más veces. Los dos son importantes, entretienen y te cuentan algo de la condición humana. No hay que despreciar a un autor popular.
P. ¿Qué es lo que Stephen King capta mejor que otros?
R. Aunque hoy es un hombre muy rico, cuando empezó no lo era. King era un tipo que creció en Maine y que entendía lo que era no tener un duro, criarse en una familia rota y ser de clase media baja. Sabe lo que la gente tiene que hacer para ganarse la vida. Y logra canalizar todo esto en todos sus libros. Sigue siendo popular no porque la fama llama a la fama, sino porque los lectores aún ven algún reflejo de sí mismos en sus historias.
P. Roth o Updike forman parte de ese grupo de novelistas sobre los que ha caído un duro juicio en los últimos años. ¿Cómo entiende ese cambio?
R. Es una reacción natural: las generaciones jóvenes miran atrás y ponen en cuestión el valor de algunos autores. Pero uno puede interrogarse sobre la misoginia en los libros de Roth y aun así sacar enorme provecho de su lectura, y apreciar el valor de sus obras.
P. ¿Qué tres tendencias destacaría en la edición y la crítica?
R. En edición destaca el éxito del género que combina la novela rosa y la fantasía y que llamamos Romantasy. Dos de los grandes nombres son Sarah J. Maas y Rebecca Yarros. Otra tendencia es el crecimiento de la autopublicación. Hay un mercado nada desdeñable de lectores que leen obras autopoublicadas, no diré que son de alta calidad, pero hay un público al que lo que le interesa sobre todo son las historias y no el estilo. En cuanto a la crítica, sigue cayendo el número de revistas o suplementos que pueden pagar sueldos decentes o una tarifa mínima por este trabajo.
P. ¿Está afectando el ambiente político a lo que se publica en EE UU?
R. Trump lleva seis meses en la Casa Blanca y se tarda un tiempo en escribir y publicar. Los libros que salen ahora son sobre la campaña electoral del año pasado. Otras obras de intelectuales o pensadores que desentrañen los efectos de esta nueva administración aún no han llegado.
P. Se ha hablado mucho de la cancelación y lo woke. ¿Cómo ha afectado esto a los autores y a los libros?
R. En los primeros años de esta década los lectores y consumidores de productos audiovisuales han sido raudos a la hora de expresar su disgusto con las ideas políticas que sentían que traslucía una obra de arte o las posturas políticas de los creadores. Creas o no que la cancelación es real, o si piensas que es algo legítimo, lo cierto es que muchos creadores, la mayoría hombres, han sido muy criticados en internet, y no han sido capaces de hacer sus proyectos. Dado el clima actual, no sé si esto va a seguir siendo así.
P. ¿Qué atributos debe tener un crítico?
R. Su trabajo consiste en pensar en voz alta ante los lectores y el público y estar cómodo con tener una opinión, sin necesitar que otros estén de acuerdo o querer devolver golpes. Un crítico trata de ayudar a otra persona a dilucidar un trabajo artístico y para eso tiene que ser firme y confiar en su calidad como experto. Todo esto te hace testarudo en el buen sentido.
P. ¿Y arrogante?
R. La arrogancia creo que es un rasgo horrible.
P. ¿Cuáles son las reglas de oro que transmite a sus reseñistas?
R. Intenta ser lo más justo posible. Es muy difícil escribir un libro —aunque hoy haya más libros que se escriben y publican que nunca antes en la historia y que nadie humanamente pueda leer todo lo que sale—, y es importante que un reseñista sea honesto; pero también justo, porque el autor se metió en ese libro con una intención y hay que tratar de identificar eso y no reseñar un libro algo que no está ahí o que desearías que estuviera.
P. ¿Qué va a leer este verano?
R. La última novela de Taylor Jenkins Reid, una autora superventas que quiero conocer mejor. Y algún clásico que no haya leído, a lo mejor Middlemarch de George Eliot.
EL PAÍS