Joaquin Phoenix y Pedro Pascal se enfrentan al salvaje oeste de Trump

Texto informativo con interpretación

Lo que vemos en Eddington, la nueva película del estadounidense Ari Aster, es grotesco y disparatado, pero, por desgracia, ese espejo deformante del Estados Unidos contemporáneo refleja con bastante precisión una realidad inimaginable hace no tanto y que hoy escapa a razones. Aster mete todo eso en las cuatro calles de un pequeño pueblo de Nuevo México llamado Eddington, cuyo sheriff —interpretado por un brillante Joaquin Phoenix— se enfrenta al alcalde hispano que da vida Pedro Pascal. El duelo entre ambos es importante, pero el objetivo principal de la película (un enredo loco y violento) es capturar el esperpéntico presente de un país que ha vuelto a elegir a Donald Trump como su presidente.
Eddington transcurre durante la pandemia; concretamente, a finales de mayo de 2020, hace ahora justo cinco años. Entonces, un policía de Minneapolis asfixió hasta la muerte al afroamericano George Floyd, asesinato que prendió las protestas callejeras del Black Live Matters por todo Estados Unidos. Phoenix es el sheriff blanco de un pueblo minúsculo del desierto, el tipo se niega a usar mascarillas e incluso invita a sus conciudadanos a no hacerlo. Pocas películas —quizá Un polvo desafortunado o porno loco, de Radu Jude— han logrado satirizar de una forma tan mordaz el uso de los tapabocas, que aquí solo son una gota dentro del pozo conspiranoico que supuso la pandemia y que en Eddington engulle a la suegra del sheriff; mientras su esposa (Emma Stone) se dedica a bordar muñecos reconcomida por las teorías pedófilas de la extrema derecha de QAnon. También hay otro personaje, interpretado por Austin Butler, que parece una parodia de algunos de los iluminados que acabaron asaltando el Capitolio.

Pascal es hispano y no solo es el alcalde, también es el dueño del bar del pueblo. Resulta un hombre bastante más sensato que el sheriff, pero Aster no deja títere con cabeza, y eso incluye a los jóvenes del lugar y sus manifestaciones en nombre del Black Live Matters.
Con gracia y mala baba, el director de Midsommar (2019) y Hereditary (2018) convierte Eddington (rodada en Albuquerque) en un decorado-tablero en el que están representadas todas las fichas de la sociedad estadounidense (de los blancos asustados y paranoicos a los nativos americanos, los afroamericanos y los hispanos). Todos forman parte de un nuevo salvaje oeste abonado al trumpismo y al culto de las verdades alternativas de Internet.
Aster introduce con destreza el lenguaje de las redes sociales y la televisión, esa amalgama en la que ya nadie distingue entre noticias y mentiras. De fondo, por ejemplo, en un televisor, se asoma el periodista y personalidad de la ultraderecha Tucker Carlson. Si hace un par de días y en este mismo festival un mesiánico Tom Cruise tenía en su última misión imposible que salvaguardar la verdad, este viernes fue otra película en las antípodas la que nos recordó cómo se incuba el caos que nos acecha.
La sátira política de Aster se distancia del terror psicológico y las oscuras exploraciones del trauma de sus anteriores películas. Después de Beau tiene miedo (2023), que se enredaba en la oscura psique de su protagonista, el cineasta vuelve a trabajar con Joaquin Phoenix, que logra construir un personaje muy divertido al que le pasa de todo (le deja su esposa, se contagia de covid…) mientras pasea su supremacismo blanco de vieja escuela (no a las mascarillas; sí a ir a las armas) por las cuatro calles de un pueblo entregado a las nuevas formas del satanismo.
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Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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