Juan Arturo Brennan: Mahler por Boston

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aso insólito: el antepasado fin de semana se programaron en la Ciudad de México y sus alrededores cinco ejecuciones de la enorme y complicada Sexta sinfonía de Gustav Mahler, dos con la Orquesta Sinfónica Nacional, dos con la Orquesta Sinfónica del Estado de México y una con la Orquesta Filarmónica Juvenil de Boston. Me atrevo a suponer que es la primera vez que ocurre en esta ciudad, en este país y, probablemente, en el mundo entero.
En el papel y, dados los antecedentes, la ejecución de esta Sexta a cargo de los jóvenes bostonianos se antojaba particularmente atractiva, y el concierto, llevado a cabo en la sala Nezahualcóyotl, resultó tan interesante en lo musical como en los detalles de su contexto. Importante en primer lugar, la presencia de Benjamin Zander en el podio, un director veterano de edad y de experiencia, con auténtica vocación educativa y de desarrollo, que contrasta con los casos de otras orquestas juveniles u orquestas-escuelas que han tenido que lidiar con directores improvisados, sin vocación didáctica y sin pasión alguna. Un dato interesante: Zander tiene 86 años de edad, y el miembro más joven de su joven orquesta tiene 14. La Filarmónica Juvenil de Boston tiene una plantilla de origen plurinacional y multiétnico, lo que da a su trabajo un brillo y una enjundia especiales. Y, como debiera ser lo usual (y no la condescendiente excepción) en una orquesta juvenil o de cualquier edad, hay en el conjunto una saludable presencia femenina, incluso en secciones inusuales: esa noche, por ejemplo, las cinco flautistas, tres cornistas, tres contrabajistas, una trompetista y una trombonista, además de varias instrumentistas en otras regiones de la dotación. Por lo que escuché esa noche y por lo que pude averiguar sobre la orquesta, se trata de una inclusión auténtica, basada de manera importante en la excelencia, a diferencia de otros proyectos análogos en otras latitudes en los que la diversidad no es más que de dientes para afuera, no pasa de ser un mero cálculo numérico y sólo sirve para hacer lucir el informe anual respectivo.
Esta ruda y robusta sinfonía mahleriana fue dirigida por Benjamin Zander con gran sabiduría, con una técnica de batuta tradicional, clara, precisa y enfática para sus jóvenes músicos en vías de formación. Así, fue posible escuchar una orquesta altamente diferenciada, no sólo entre sección y sección sino también entre instrumentos individuales. Como consecuencia directa de ello, fue posible apreciar cosas nuevas, equilibrios inusuales y una saludable actitud de no tener miedo a destacar con brío elementos sonoros que en otras versiones permanecen en las sombras de la densa textura mahleriana. Enfrentados a una Sexta que es relativamente poco contrastada en sus dinámicas y sus texturas, Zander y sus jóvenes músicos lograron una buena variedad de estados de ánimo, no sólo entre los movimientos, sino también al interior de los movimientos individuales; eso último fue particularmente apreciable en las distintas secciones del Scherzo, alternativamente aguerrido y danzarín.
Después de esta interesante y fogosa versión de la Sexta de Mahler, la orquesta hizo el infaltable gesto de cortesía a sus anfitriones, interpretando el Danzón No. 2 de Arturo Márquez bajo la batuta de su director asistente, Alfonso José Piacentini y, para finalizar, el Nimrod de las Variaciones Enigma, de Edward Elgar, con el director artístico. El propio Benjamin Zander explicó que al elegir esta pieza como despedida de la gira de un par de semanas que hizo por México con su juvenil orquesta quería referirse sobre todo al profundo lazo de amistad entre Elgar y August Jaeger, a quien Nimrod está dedicada. Y abundó, en unas palabras sencillas y de profunda intención humanista, sobre su creencia indeclinable en el poder de la música para tender puentes ahí donde otros edifican muros.
Dato final de indudable interés, el hecho de que en la masa instrumental de la Orquesta Filarmónica Juvenil de Boston estaban incrustados 17 integrantes de la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata, ahora dirigida por José Areán, cuidadosamente seleccionados. Son estas acciones de colaboración e intercambio las que dan su auténtico sentido, no sólo musical sino también social, al trabajo de las orquestas jóvenes: hagamos música juntos, mientras nuestros mezquinos líderes se hacen pedazos
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