La pianista Yuja Wang dio muestra de la elegancia de su arte en el Auditorio Nacional

Omar González Morales
Periódico La JornadaDomingo 8 de junio de 2025, p. 4
La pianista Yuja Wang se presentó en el Auditorio Nacional acompañada por el casi medio centenar de músicos que integran la Orquesta de Cámara Mahler. Su interpretación es conocida, sí por su pulcritud, pero también por su elegancia, precisión y generosidad.
La noche del viernes, ante un lleno casi completo del recinto de Reforma, bañada bajo un velo de luz, Wang rompió el silencio con la Obertura Coriolano. Extendió sus manos sobre el Steinway & Sons, concentrada e imperturbable.
Se presentó con sencillez, con un usual −y para algunos hasta polémico− vestido corto, en esta ocasión negro; es exuberante, se percibía liberada. Su sonrisa, amplia, contagiosa, como la música con la que habitualmente inunda de emociones al público que la escucha.
La artista china interpretó la pieza de Ludwig van Beethoven y, como acostumbra, ascendió y descendió trepidante por las notas y bemoles.
En tanto, el público la observaba extasiado, como si subieran y bajaran por la misma escalera que generaban las teclas blancas y negras con las que recreaba su interpretación. El reto al que se enfrenta Yuja Wang no es cosa menor: está en su gira debut como directora de la orquesta, papel que mezcla con el de solista, lo que le ha valido algunas críticas, porque se expone al error.
Su juventud es muestra del talento que la acompaña. Ha sido premiada y galardonada numerosas veces, a pesar de lo cual y con presteza no tardó en demostrar el porqué.
Con fluidez, la pianista interpretó después el Concierto para piano núm. 2 en fa menor, op. 21, de Federico Chopin. Con técnica magistral, sus dedos ejecutaron el allegro vivace. Ella, trepidante; el público, quieto, pausado, anonadado, como si la vieran elevarse con euforia. No menos espectacular fue la actuación de la orquesta que la acompañó.
Culminó la pieza, y el silencio de los oyentes cesó. Cual si fueran rosas, le dedicaron de pie y con presteza los aplausos; no era para menos. Le devolvieron su generosidad, porque ella no se guardó ningún esfuerzo. Su concentración fue absoluta, dirigió desde el piano, se levantó y coordinó, y con sus brazos manifestó las oleadas musicales.
El repertorio continuó con Concierto en mi bemol mayor Dumbarton Oaks, de Igor Stravinski. Detrás de Wang se desenvolvió el violín del alemán José Maria Blumenschein, otro reconocido maestro.
De padres brasileños, pero nacido en Alemania, su excepcional acompañamiento durante el concierto y su dirección de dos piezas antes de los dos ingresos de Wang al escenario le hicieron valer las palmas de los asistentes.
En el retorno al intermedio, sin embargo, la pianista tardó en volver al escenario; el personal del Auditorio se tuvo que dar un tiempo para reacomodar en un constante movimiento las posiciones de la orquesta. El silencio se reapropió del escenario.
El atraso disgustó a la audiencia, sin embargo, todo conato de furia se esfumó cuando la diva regresó enfundada en un nuevo y elegante vestido amarillo; estaba lista para tocar con magistral precisión la pieza de Stravinski.
En esta interpretación destacó su viveza y ligereza, intercaló su característica técnica vertiginosa con momentos de calma. Recorrió el piano de principio a fin. Los violines fueron sus guardianes.
La última pieza, el Concierto para piano núm. 1 en si bemol menor, op. 23 se inició cómo tintineo, con Yuja Wang haciendo gala de la solemnidad que siempre plasma a las piezas de Chaikovski. Aceleró, avanzó y jugueteó. Blumenschein le hizo segunda.
En ese momento, en la sala del auditorio se escucho el canto de dos aves que se unieron al concierto, provocando la fascinación de la audiencia. Fue como si respondieran al llamado musical de la artista china y su orquesta. Wang asumió su papel de directora: se levantó, movió los brazos, orientó a flautas, clarinetes, cornos, trompetas y demás instrumentos que la acompañaron.
Terminó y el público la ovacionó de pie; ella, generosa, regresó a felicitar a su orquesta. Inesperadamente, se sentó nuevamente frente al piano y dio otra presta muestra de su gran calidad técnica al interpretar una versión más breve del Danzón num. 2, de Arturo Márquez. Era ella sola, sus compañeros también gozaron el espectáculo. Así concluyó su trabajosa jornada.
Ofrecieron flores a la protagonista y a José María Blumenschein, quienes las aceptaron para después regalarlas a sus compañeros. Compartieron el éxito y los aplausos.
Así es Yuja Wang. No importa cuánto haya que esperar para escucharla. Es una diva moderna del piano.
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