Merino actual

No ha tenido Merino la recordación de Ricardo Rendón, pero su sepelio mostró que su prestigio se asimilaba con el de este colega que se había suicidado en 1931 siendo muy joven.
La muerte prematura de Merino, a los cincuenta años, en 1973, reunió en la iglesia de San Diego, en el centro de Bogotá, no solo a sus íntimos, sino a periodistas, publicistas, escritores, pintores, así como a políticos, estudiantes, maestros de arte y personas del común que admiraban el trazo preciso con el que dibujaba personajes conocidos y muchos anónimos en situaciones noticiosas.
Estas caricaturas iban acompañadas, casi siempre, de viñetas que, con palabras sencillas cargadas, eso sí, de sarcasmo y verdad expresaban el sentir de hombres y mujeres de la clase media, de campesinos y de pobres de este país siempre desigual.
También retrataba con ironía la actividad política y social nacional o internacional, imágenes que arrancaban risa y reflexión para no olvidar fácilmente personajes y hechos.
“Es difícil ignorar el oasis que representa una caricatura; menos aun cuando ella salta a la vista por su vivacidad, realismo y naturalidad. Las de Hernán Merino me proporcionan un refugio y un respiro celulósico. Caricaturista sobresaliente de aquellos años cincuenta, sesenta”, nos cuenta desde París el periodista Roberto Acero, que ha sido impulsor constante para que la hija de Merino, Gloria, se haya hecho responsable de rescatar su inmensa obra que permanece inédita y desperdigada en diversos espacios, así como de escribir una biografía que de seguro se entrelazará con la historia, también olvidada, de la Bogotá de esos lejanos años.
Adelantado La primera vez que Merino tuvo en sus manos una hoja de papel y lápices, recordarían sus padres y hermanos infinidad de veces, no fue para hacer rayones, sino para dibujar lo que veía con precisión y muy buenas maneras, imágenes de las que solo quienes estaban a su lado podrían asegurar que las hacía un niño de cuatro años.
Sería ese trazo hecho con facilidad a tan corta edad que al mismo tiempo le proporcionaba alegría lo que lo hizo su pasatiempo preferido. No le ganó ningún juego ni deporte. Además, esa actividad solitaria se acomodaba a su personalidad reservada y discreta que se desinhibía en sus dibujos.
Así creció Merino afianzando su destino de caricaturista y dibujante al punto de que a sus 16 años, cuando supo del éxito de los recitales de la poetisa argentina Berta Singerman en Manizales, le hizo varios dibujos en los que aparecen su silueta y sus manos al aire tal y como la describían sus espectadores.
Sin dudar que eran muy buenos dibujos, se los dejó en su hotel y la artista los adoptó durante algunos años como ilustración para los programas de presentación de sus recitales y el periódico La Patria de Manizales aprovechó la ocasión para hacerle una nota en la que lo distinguía como un joven de talento que merecía el apoyo del Gobierno Nacional. Llamado que no fue escuchado como suele suceder.
Talento precozNo sería esa oportunidad la única en esos años en la que su talento fue exaltado. En el Instituto Universitario de Manizales, donde cursó la secundaria, ilustraba ejemplar por ejemplar del periódico, con disciplina y trazos cada vez más depurados, lo que lo hicieron distinguido y felicitado. Su afición a los toros lo llevó, a los 20 años, a viajar a Bogotá, donde toreaba, en la plaza Santamaría, el diestro español Manolete, pretexto para volver a la cuna de su nacimiento y no regresar ni a Manizales ni a Medellín, las ciudades donde creció.
Siempre conservó el acento paisa, aunque como fue poco habla dor, algunas personas con las que tenía que relacionarse no captaron esa particularidad. Y otras en cambio lo hicieron su “mejor amigo paisa”, como León de Greiff, o Hernando Turriago ‘Chapete’, quienes expresaron con insistencia su pesadumbre ante su muerte temprana porque fueron dos de sus íntimos en las famosas e irrepetibles tertulias en el café Automático, a las que se unían intelectuales como Hernando Téllez, el pintor caucano Augusto Rivera, los escritores Germán Espinosa y los hermanos Luis y Alberto Zalamea Borda, entre otros.
“Yo, la verdad, no recuerdo las caricaturas de Merino en un periódico. Conocí su trabajo en libros, colecciones y recopilaciones que llegaron a mis manos, cuando empecé a dar mis primeros pasos en los medios. Fue así como lo descubrí. Sin duda, llegó a ser un referente de la caricatura editorial en las décadas de los sesenta y comienzos de los setenta; con influencia de los caricaturistas norteamericanos.
Es difícil ignorar el oasis que representauna caricatura; menos aun cuando ella salta a la vista por su vivacidad, realismo y naturalidad. Las de Hernán Merino me proporcionan un refugio y un respiro celulósico
Me gustaban sus trazos ágiles, en grafito o en pincel; con rasgos muy al estilo de Chapete y de Luisé”, responde el gran caricaturista y opinador certero Vladdo.
Prensa y televisiónMerino se residenció en Bogotá con la experiencia de haber sido el ilustrador de muchos poetas, novelistas y escritores que publicaban en el suplemento literario de El Colombiano, Generación, donde compartió espacio con el también desconocido y joven pintor Fernando Botero.
Su primera caricatura apareció en el vespertino La Razón, que dirigía Juan Lozano y Lozano, y de ahí sus colaboraciones encontraron cabida en los periódicos que se imprimían en la capital y en algunos de provincia.
Como se ha dicho, no solo fueron sus caricaturas las que aparecían en las páginas de la prensa nacional, sino sus dibujos que ilustraron cuentos, relatos, poemas y hasta ensayos.
Los cuentos Diálogo del espejo, Ojos de perro azul, La herencia sobrenatural de la marquesita o Un hombre viene bajo la lluvia, entre otros, de nuestro Nobel, publicados en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado en El Espectador, fueron rescatados por la Presidencia, el Ministerio de las Culturas y la Biblioteca Nacional y entregados a los asistentes a la inauguración del salón García Márquez en la Casa de Nariño, hace unas semanas.
Fue también Merino creador de personajes. En 1955, junto a su amigo Chapete, le dieron vida a José Dolores, campesino típico con el que quisieron simbolizar al trabajador de la tierra que sufría y esperaba la reforma agraria que Carlos Lleras Restrepo, entre otros, prometió y nunca vieron.
Ilustró el Diario de una criada, creado por la periodista Emilia Pardo Umaña, dando cuenta de la vida de una empleada doméstica que ella nombró y apellidó como Ruperta Cabezas; también hizo algunos dibujos alusivos a la campaña para el voto femenino.
Viajó Merino por dos años a Estados Unidos y cuando regresó fue nombrado ilustrador y caricaturista de planta en EL TIEMPO.
Junto con Chapete y Enrique Carrizosa ‘Pepón’ fueron los caricaturistas de El lápiz mágico, un programa de la recién inaugurada televisión en 1954, conducido por Gloria Valencia de Castaño, en el que se analizaba la noticia del día mientras uno de los maestros la convertía en dibujo. Espacio que fue cosechando audiencia y aplausos que se repartían por partes iguales dibujantes y presentadora.
Hacer parte de esa nómina de lujo en uno de los primeros programas de opinión de la televisión colombiana parecía corresponder con su disciplina y persistencia.
LegadoSu hija Gloria Merino Lozano, graduada en Artes Plásticas de la Universidad Nacional, con varias especializaciones en el exterior y maestra de planta en ese mismo centro durante tres décadas, se propone recoger las obras de su padre dispersas entre la familia y en diversos archivos de medios de comunicación y de particulares.
Tarea que comenzó cuando, en compañía de su madre, Leonor Lozano de Merino, en 1986, colaboró con la maestra Beatriz González para el catálogo número tres de la Historia de la caricatura en Colombia, que la pintora santandereana, junto con la comunicadora Claudia Mendoza, dedicó a Merino.
Ese ejemplar recoge artículos de Beatriz, de su hermano Javier Merino, de Paulo E. Forero y de Germán Espinosa, así como los principales datos biográficos y algunas de sus caricaturas, dibujos, ilustraciones y acuarelas.
Este catálogo como los demás de esta obra están agotados, pero se pueden consultar en la biblioteca virtual de la Luis Ángel Arango y en los tomos de la Historia editados por Villegas.
Gloria Merino hace unas semanas viajó a Medellín, donde hizo entrega de sesenta caricaturas al Museo de Antioquia, recibidas con gran cariño por sus directivas porque consideran a Hernán Merino hijo de esta tierra.
Camilo Castaño Uribe, curador e investigador del Museo de Antioquia, se refirió así a este hecho: “La gran donación de 60 caricaturas que nos hizo la familia del maestro Merino, en cabeza de su hija, es un ingreso de un cuerpo de obra muy importante para la colección del Museo de Antioquia que ya se acerca a las nueve mil piezas. Consideramos que la llegada de este artista que ya pertenecía a la colección con dos obras es una vuelta a casa de un observador agudo de la realidad colombiana en dos décadas, que a través del humor supo condensar los cambios de la sociedad, de la moda, de la economía, de la política y registrar las dolencias de los colombianos de a pie que luchaban para salir adelante… El ingreso de esta colección es, también, la oportunidad para profundizar más en la obra de este artista”.
Gracias a la donación y a la publicación de sus ilustraciones se conoce un artista que trascendió la caricatura y el humor. Creó personajes icónicos, construyó obra gráfica de calidad, ilustraciones y dibujos sorprendentes que por su técnica y belleza no dejan de admirarse.
Características apreciadas por el agudo y sapiente ojo de la maestra Beatriz González para dedicarle un monográfico y que ahora, muy seguro, se divulgarán con su biografía, en exposiciones y en documentales.
Myriam Bautista - ESPECIAL PARA EL TIEMPO
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