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Roberto Devereux de Donizetti en el Palau de Les Arts: soprano contra mezzosoprono

Roberto Devereux de Donizetti en el Palau de Les Arts: soprano contra mezzosoprono

El Palau de les Arts valenciano culmina su interesante temporada con Roberto Deveraux de Donizetti, un título prestigioso del compositor, no muy presente en el repertorio por dos probables razones, la exigencia de un reparto sobresaliente y la cierta endeblez dramática de la historia. Cuenta Kobbé que la ópera número 57 de las 70 compuestas por Gaetano Donizetti se estrenó, solo 19 años después de la primera, con gran éxito a pesar de las muy adversas circunstancias; el año anterior murieron los dos padres del compositor, aquel año de 1847 falleció su esposa, y en Nápoles se declaró una epidemia de cólera que contagió al barítono y la soprano.

De las óperas sobre las reinas inglesas, la dedicada al conde de Essex y su relación con Isabel I es la que cuenta con menor sustancia histórica: acaba limitándose a un forcejeo entre la reina Isabel (Eleonora Buratto), soprano, y la duquesa Sara (Silvia Tro Santafé), mezzosoprano, por el favor del tenor Roberto (Ismael Jordi), ante la rabia y el estupor del duque, el barítono Ludovico Filippo Modestov. El interés vocal y musical de los papeles femeninos, superior a los demás, se correspondió en este caso con la interpretación; soberbias la soprano y la mezzo, el tenor esforzado y competente, y algo difuso el barítono, que se entonó en su furia tras el descanso.

El montaje, una coproducción del Palau con otros dos teatros, dirigida por Jetske Miljnnsen, aburguesa el ambiente de la acción, con lo que desaparece el último posible aroma épico (la reina invita a tomar el té), abarata la dignidad de las figuras /el conde es un señor que nunca sabe si quitarse o ponerse la gabardina), obligando a comportamientos incongruentes (la reina es alcanzada por rabieta de niñata lanzando los zapatos al aire y saltando en la cama), o a citas obligadas al actual imaginario (el marido es el inevitable maltratador). Tras el descanso, la estilización de la escena alivió un poco el agobio burgués que abrumaba el inicio.

Una función larga, con una actuación musical del director de orquesta Francesco Lanzillota de perfecto estilo, con dos excelsas mujeres en conflicto, señalan el fin de una temporada que el público recibió con el generoso agradecimiento que demuestra siempre. Prometedora la próxima temporada, en su variedad y previsible mérito artístico. Eso sí, con la presencia. que hay que reconocer inevitable, de alguno de los directores de escena, estrellas de su especialidad, dedicados a destruir todo lo que tocan; en este caso, la ópera en su plasmación teatral. Veremos.

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