¿Qué es el síndrome de Munchausen por poderes?: el trastorno que convierte a los cuidadores en verdugos
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Hace unas semanas salió a la luz un nuevo caso de maltrato infantil que sobrecogió a la opinión pública de nuestro país. Medios impresos y digitales, así como las redes sociales se hicieron eco del rescate de tres niños de entre 8 y 10 años, que llevaban más de tres años encerrados en su propio hogar en Oviedo. Sus padres les retenían en casa, viviendo entre excrementos y sin escolarizar.
La denuncia de una vecina alertó a las autoridades y la policía irrumpió en pleno apagón del pasado 29 de abril. A partir de ese momento, comenzó a conocerse la terrible situación que vivieron los pequeños.
Los progenitores hacían creer a los niños que estaban enfermos, les administraban medicinas adquiridas en el mercado negro, y los llevaban en pañales a pesar de que, con 8 y 10 años, ya no los necesitan.
A la espera de un análisis y una evaluación completa, hay indicios que podrían apuntar a que esta pareja formada por un alemán de 53 años, y una mujer con la doble nacionalidad alemana y estadounidense, de 48, sufren el síndrome de Munchausen por poderes.
Graves efectos colateralesDado que es “una condición rara y subdiagnosticada, la incidencia real del síndrome de Munchausen por poderes es difícil de establecer”, sostiene la doctora Iria Rodríguez, psiquiatra infantojuvenil del Hospital Universitario HM Puerta del Sur, quien apunta que “algunas estimaciones sugieren una prevalencia de 0,5 a 2 casos por 100.000 niños”.
Es una forma grave de maltrato infantil en la que un cuidador principal exagera o inventa síntomas en un niño o persona dependiente
El problema es que, al tratarse de un comportamiento encubierto, “es probable que muchas situaciones no lleguen nunca a diagnosticarse correctamente”. Ahora bien, el escaso conocimiento de casos, no le resta ni un ápice de importancia a esta extraña psicopatología que la experta define así: “El síndrome de Munchausen por poderes (también conocido como trastorno facticio impuesto a otro) es una forma grave de maltrato infantil en la que un cuidador principal, induce, exagera o inventa síntomas médicos en un niño o persona dependiente”.
Además, recalca que “el objetivo final es atraer la atención médica, emocional o social para sí mismo, convirtiendo al niño en víctima de procedimientos médicos innecesarios, hospitalizaciones y diagnósticos erróneos”.
Cada vez que se conoce uno de estos casos, solemos preguntarnos cómo es posible que alguien sea capaz de cometer sobre personas vulnerables los actos descritos, ya sean niños, como en el recién descubierto caso de Oviedo, o personas ancianas, las cuales también suelen ser un tipo de víctima muy común en esta afección. La respuesta profesional a esta cuestión es que “generalmente se trata de personas que han tenido problemas de salud mental en algunos momentos de su vida por necesidades de atención y validación por parte de terceros”, aclara Rodríguez.
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Además, “suelen presentar historias personales complejas, y no es raro encontrar en su biografía antecedentes de abuso o negligencia”, completa la experta quien añade que “en algunos casos pueden tener trabajos o conocimientos en el ámbito sanitario y en los pacientes más graves la psicopatología asociada puede ser un trastorno delirante o incluso dentro de las psicosis”.
Por tanto, si buscamos las causas, debemos indagar en diversos ámbitos. Según Rodríguez, “los pacientes suelen incluir traumas infantiles, como abuso o negligencia, trastornos de personalidad, una necesidad patológica de atención, y, en algunos casos, frustración vital o profesional. También pueden influir dinámicas familiares disfuncionales y modelos de vinculación inseguros”.
Más allá de las causas procedentes de la trayectoria vital de las personas, sucesos como la pandemia del covid-19 pueden actuar como catalizadores. “El aislamiento social, el aumento del estrés y el acceso más limitado a redes de apoyo pueden agudizar trastornos latentes”, asegura la experta.
Además, en el caso de patologías delirantes, o del ámbito de la psicosis, “el hecho de que haya existido una necesidad de aislamiento, con múltiples teorías ‘conspiratorias’ puede haber influido en el inicio o agravamiento de la desconfianza del exterior y haber empeorado una situación clínica compleja”, sugiere.
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En la misma línea se expresa el doctor Jaime Adán, psiquiatra de Ruber Internacional Centro Médico Habana, quien considera que “situaciones estresantes o que provocan un aumento de ansiedad social, como fue la pandemia de covid-19, podrían actuar como precipitantes de trastornos psicológicos preexistentes, incluyendo el síndrome de Munchausen por poderes”. Y añade: “El aislamiento social y la creciente preocupación sanitaria podrían haber facilitado un contexto en el que personas predispuestas podrían desarrollar comportamientos patológicos relacionados con la búsqueda de atención médica o el reconocimiento de terceras personas”.
Con ese caldo de cultivo “calentado” a fuego lento por las circunstancias, como pudiera ser la pandemia, ciertos comportamientos pueden convertirse en señales de alerta. “Enfermedades recurrentes, inexplicables o poco claras en un niño o persona dependiente; síntomas que desaparecen cuando el paciente está separado del cuidador sospechoso; un cuidador que parece excesivamente involucrado, muy controlador y que resulta aparentemente indiferente al sufrimiento real de la persona enferma; síntomas que no coinciden con los hallazgos clínicos; o un historial de numerosas consultas médicas, intervenciones o tratamientos agresivos sin una causa clara que los justifique”, son algunos de los síntomas más claros señalados por el doctor Adán.
Un aumento de ansiedad social, como la pandemia, podrían actuar como precipitantes de trastornos psicológicos preexistentes
Por otro lado, se ha observado que estas personas “no suelen acudir a un único centro hospitalario, es decir, las consultas están distribuidas por varios centros sanitarios, incluso en varias poblaciones, ya que tratan de evitar que un mismo profesional sanitario esté implicado en las múltiples atenciones médicas, porque así evitan su detección”, explica la doctora Rodríguez.
Por todo ello, se entiende que las personas con el síndrome de Munchausen por poderes no acuden por iniciativa propia a la consulta. “El acceso suele producirse tras sospechas por parte del personal sanitario, trabajadores sociales o centros escolares”, señala la experta.
Lo que suele ocurrir es que “se detecta una incongruencia entre los síntomas del menor y las pruebas clínicas. En ese momento, se activa un protocolo multidisciplinar que puede derivar en la intervención de los servicios de salud mental”.
Abordaje holísticoDebido a la singularidad de este trastorno que afecta al ámbito sanitario, social y jurídico, “el tratamiento implica una intervención multidisciplinar urgente: protección del menor, atención psiquiátrica del cuidador, y seguimiento judicial si corresponde”, apunta Rodríguez.
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Además, “todas las intervenciones deben ir acompañadas de apoyo familiar y seguimiento institucional, para garantizar la seguridad y el bienestar de los menores /dependientes implicados”, apunta Rodríguez.
Por su parte, el doctor Adán detalla cómo la prioridad al inicio de este tratamiento es la protección de la víctima de posibles daños, “lo que suele implicar intervención inmediata de servicios sociales y autoridades legales (con frecuencia es imprescindible separar al niño del cuidador)”.
A nivel psiquiátrico, el tratamiento de la persona que comete los abusos “se basa fundamentalmente en la psicoterapia (individual y, en algunos casos, familiar)”, apunta el doctor. Además, “puede incluir abordajes farmacológicos específicos para síntomas depresivos o ansiosos”.
Por otro lado, “la remisión total es poco frecuente, pero con tratamiento adecuado puede lograrse una mejora en la conciencia del trastorno y en el comportamiento. La clave está en la intervención temprana, el abordaje integral y el control del entorno para evitar recaídas”, asevera la doctora Iria Rodríguez.
En sintonía con la doctora, el psiquiatra Jaime Adán, asegura que “es frecuente que el pronóstico sea complicado si no se interviene de forma intensiva, aunque si la intervención es temprana y el paciente presenta buena adherencia y motivación para el tratamiento, la recuperación es posible”.
El caso de los niños de OviedoTeniendo en cuenta los síntomas del síndrome Munchausen por poderes y la información recabada en el caso de los niños del Principado, la doctora Rodríguez considera que “no termina de encajar en un Munchausen por poderes, porque los adultos responsables no buscaban la atención de los menores. Más bien todo lo contrario. Estos menores estaban aislados y no acudían a las revisiones médicas habituales”.
“El aislamiento parece fruto de una desconfianza hacia la seguridad exterior y además ha provocado que los niños no tengan contacto con iguales y no hayan tenido formación académica reglada”, argumenta la experta.
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Por otro lado, aunque “parece que físicamente están bien, evidentemente, haber estado aislados durante tanto tiempo puede producir secuelas a nivel psicológico como trastornos del apego, ansiedad, desconfianza hacia los adultos, trastorno de estrés postraumático, e incluso dificultades para identificar sus propias emociones o necesidades”.
Por todo ello, la doctora considera que “habría que estar muy alerta en las relaciones con iguales y en la capacidad de regulación emocional de estos menores que han sido sometidos a un aislamiento continuado del exterior. Van a precisar apoyo terapéutico especializado, entorno seguro y estable, y seguimiento continuado”.
Del mismo modo, el doctor Adán considera que “es posible que estos niños logren recuperarse, aunque es probable que requieran tratamiento psicológico prolongado y apoyo especializado durante una buena temporada”.
El Confidencial