Buenos científicos hacen un descubrimiento que podría revolucionar los tratamientos post infarto

Durante mucho tiempo se creyó que, tras un infarto, bastaba con restablecer la circulación sanguínea para que el corazón recuperara su capacidad máxima. Se insertó un stent, se desobstruyó la arteria... y el asunto pareció zanjado.
En realidad, el proceso es mucho más complejo: el corazón debe formar nuevos vasos sanguíneos, reparar las células cardíacas dañadas (cardiomiocitos), controlar la inflamación causada por el ataque cardíaco y evitar que una cicatriz rígida (fibrosis) ocupe demasiado espacio.
Pero ¿cómo funciona esta reparación? ¿Y quién garantiza su correcto funcionamiento? Recuerden este acrónimo: WT1. Esta es la respuesta de dos científicas de Niza, Kay-Dietrich Wagner y Nicole Wagner (1).
Un gran descubrimientoInvestigadores del Instituto Valrose de Biología (IBV), estos dos médicos de formación (uno cardiólogo y el otro pediatra) fueron de los primeros del mundo en descubrir el papel decisivo, en oncología, de este factor que codifica un supresor tumoral. ¿Cómo lograron demostrar su participación en otro proceso importante?
"El gen de esta proteína, presente de forma natural en nuestro organismo, está alterado en ciertos individuos, en particular en aquellos con síndrome de Wilms (cáncer de riñón embrionario); sin embargo, estos mismos pacientes presentan anomalías cardíacas tempranas", informan.
Otra observación interesante: «Los peces cebra, que poseen dos copias del gen WT1, son capaces de regenerar su corazón en una semana después de un infarto. Por el contrario, los mamíferos (como los ratones o los humanos), con una sola copia, tienen una capacidad muy baja de regeneración espontánea».
Basándose en estos hallazgos, los investigadores de Nice plantearon la hipótesis de que el WT1 probablemente desempeñaba un papel clave en la reparación cardíaca. Y lograron demostrarlo tras años de investigación y experimentos de alta complejidad.
Utilizamos un modelo de ligadura coronaria en ratones, reproduciendo un infarto masivo. Se realizó un seguimiento de dos grupos de animales (uno con expresión de WT1 y el otro sin ella): a las 48 horas y a las 3 semanas del infarto. Gracias a técnicas avanzadas de imagenología, histología y análisis celular (ecocardiografía, citometría de flujo, inmunofluorescencia), pudimos medir la funcionalidad cardíaca, la densidad vascular, la tasa de fibrosis (tejido cicatricial), la apoptosis (muerte celular), la proliferación de cardiomiocitos y la respuesta inmunitaria local.
Los resultados son, pues, inequívocos: «En ausencia de WT1 (en modelos de ratones modificados genéticamente), observamos: fibrosis masiva del corazón tras un infarto, aumento de la apoptosis de las células cardíacas, infiltración excesiva de linfocitos y menor regeneración vascular. En resumen: sin WT1, el corazón no se recupera; es el núcleo mismo del proceso de regeneración celular y vascular».
Un objetivo terapéutico prometedorSi bien los tratamientos médicos para los infartos apenas han evolucionado en 40 años, este descubrimiento abre perspectivas fascinantes. «Ya existen moléculas capaces de estimular la expresión de WT1 y están aprobadas por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) para otras indicaciones, en particular en oncología. En un futuro próximo, podríamos imaginar la administración de estas moléculas inmediatamente después de un infarto para impulsar la regeneración y reducir el daño inflamatorio».
Los investigadores incluso anticipan posibles efectos adversos: "El tratamiento solo se administraría durante un breve período postinfarto (aproximadamente dos semanas), lo que limitaría los riesgos asociados a la activación prolongada de WT1, que podría ser cancerígena a largo plazo".
La edad, el estado de la red vascular y la capacidad de reparación difieren entre pacientes. Por lo tanto, podemos imaginar, a largo plazo, evaluar la capacidad de producción de WT1 en cada paciente para predecir la recuperación y adaptar el tratamiento.
1- Su trabajo fue publicado el pasado mes de junio en la revista Thranostics.
Cada año, miles de personas sufren un infarto de miocardio. Esta emergencia se debe a una obstrucción en una arteria que suministra sangre y oxígeno al corazón. Sin oxígeno, las células del músculo cardíaco mueren rápidamente en un área más o menos extensa y son reemplazadas por una cicatriz permanente.
Resultado: el corazón se contrae peor, lo que puede provocar alteraciones del ritmo, insuficiencia cardíaca e incluso paro cardíaco.
Hoy en día, sabemos cómo desbloquear rápidamente la arteria obstruida, y casi el 90 % de las víctimas sobreviven. Sin embargo, muchas sufren secuelas duraderas, asociadas con la pérdida permanente de parte del músculo cardíaco.
Por lo tanto, estudiar y estimular la capacidad regenerativa natural del corazón es crucial para mejorar la recuperación.
Var-Matin