Casa de los Nueve cuando la hospitalidad va de la ciudad al mar pasando por un club de música

En el contexto de la hostelería de alta gama basada en copiar y pegar, el proyecto House of Nine es un soplo de aire fresco. El hotel de cinco estrellas y 40 habitaciones de Via dei Conti, en el centro de Florencia, está gestionado por la familia Moretti desde 2012, pero ahora ha pasado a manos de su única hija Ginevra, una mujer con formación internacional que vive entre Nueva York y Seúl, diseñadora de espíritu ecléctico, y de su marido Max Fane, músico y empresario artístico de Oxford que visita Italia desde niño. A sus treinta y pocos años, la pareja ha creado un concepto de hostelería que incluye el hotel Florentine, un club musical para miembros y un yate de 49 metros, a los que se añadirán tres más, ahora en proyecto.

El primer paso fue el restyling del hotel, un poco como una casa de muñecas, un poco como un gabinete de curiosidades con objetos impredecibles, trampantojos exóticos y paletas inusuales con 40 habitaciones más grandes que el promedio de la ciudad y espacios generosos reservados a la convivencia y al smart working: puedes sentarte en una mesa con tu computadora y trabajar todo el día en silencio. Luego están las pasiones e intereses de Ginevra y Max. Es una apasionada del pilates, la salud y el cuidado personal, a lo que ha dedicado un amplio y equipado gimnasio y spa, un programa de entrenamiento abierto a los huéspedes y rituales de belleza con masajes inspirados en el yoga y el Ayurveda con cosmética de vanguardia científica americana. Es ante todo músico, pianista y tenor y el sueño de toda su vida es demostrar que se puede crear una compañía artística productiva. Así nació Daisy’s, dedicado a su excepcional abuela y que emplea a 80 músicos, de los cuales 25 están en activo. Con este talentoso y versátil grupo ofrece espectáculos en vivo de jazz, rock 'n roll y muchos otros géneros (anima en el Reschio y en el Belmond Splendido de Portofino), y ha abierto un club en su hotel con una programación de tres espectáculos por semana, para los huéspedes pero sobre todo para los florentinos que vienen a beber un buen Martini y a escuchar el piano penetrante de Arachel o una banda de percusión cubana. Pero estos son sólo ejemplos. No existe tal cosa, porque la música no se considera una experiencia en la alta hospitalidad, mientras que un concierto de calidad, para un público culto, es el mejor alimento para el alma. Eso no es todo. Porque hay una explosión de ideas apoyada en una pujante empresa familiar nacida en el sector informático, y dispuesta a apostar por un turismo rico, sí, pero a contracorriente. Incluso en las tarifas que en el centro histórico reflejan una filosofía de moderación y calidad.

La pieza final de esta aventura son los yates de Superyacht Cruises. El primero, Curiosity, acaba de instalarse en el Parque Nacional del Archipiélago Toscano, frente a la Isla de Elba, afortunadamente subestimada por las tendencias turísticas, al menos hasta que llegue el tan cacareado Belmond. Pero todavía no hay pistas precisas. Así que aguas tranquilas, por un ratito más. Curiosity es un barco holandés de la década de 1980 que ha sido completamente remodelado, añadiéndole una zona de popa para facilitar las actividades acuáticas, desde el kayak hasta el esquí acuático. Cinco cabañas con baños de mármol, una tripulación eficiente y atenta, respeto por las líneas y materiales originales, el estilo de un hotel. Llevar la hospitalidad hotelera a bordo es una experiencia que está dando excelentes resultados sobre todo en términos de confort (amplios camarotes, bañera y ducha, limpieza de la habitación y cobertura por la noche, cursos de pilates y masajes) y de experiencia de viaje, con suites que no tienen nada que envidiar a las de tierra, pero sí la ventaja de una vista diferente cada día. El itinerario es minimalista, se amarra en el mar, se hace deporte (o no, ¡y es legal!), se llega a playas aisladas, se baja a tomar un café en Porto Azzurro o Porto Ferraio que parece un pequeño Saint Tropez. “Cosas sencillas, como lo es el tipo de vacaciones que ofrecemos”, afirma Ginevra. No queremos llenar los días de experiencias, sino invitaros a disfrutar del mar limpio, a descubrir una Italia que no ha sido conquistada y que conserva su originalidad. Max descarta ir a Capri u otros lugares VIP: «Entre la ida y la vuelta cuesta una fortuna. Para nosotros es una elección sostenible hacer una parada entre estas encantadoras islas. Pero si los huéspedes insisten, los llevamos a donde quieran. Rocas escarpadas, bahías desiertas en agosto, grupos de delfines y alguna que otra ballena, pero sobre todo un mar repleto de peces. ¿Para qué irse? El champán y la puesta de sol son un buen incentivo, al igual que la cocina de Nolan, un chef sudafricano que pasará a la historia de su crucero por su curry de langostinos y langosta. Pero aún tienen un sueño guardado: la recuperación de un monumento extraordinario, siempre en su querida Toscana, para convertirlo en un museo abierto al público con un hotel encima. Por ahora, cruzan los dedos, esperando conseguir el contrato. Si se concreta, con su imaginación y eclecticismo, sin duda será otra joya de la colección.

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