Metáforas aviares

El jueves, justo antes de que saliera la fumata blanca que anunciaba el nombramiento del nuevo Papa, una gaviota se posó en el tejado del Vaticano y regurgitó una rata para darle de comer a su cría. Ahí estaba la gaviota, llevándose esos quince minutos de fama que, según Warhol, todo el mundo tendría en el futuro. El vídeo se ha hecho viral, porque las cosas ordinarias son mucho más interesantes que las extraordinarias y porque es una metáfora de que la vida es todo lo que está ocurriendo fuera del espectáculo (por mucho que nos empeñemos en que la vida sea solo el espectáculo). Vaticinio o no aparte, treinta segundos después del regurgitamiento, cuando apareció el humo blanco, el streaming del Vaticano se llenó de comentarios diciendo «habemus ratam».
Me gustan los pájaros. Creo que han entendido el mundo mejor que nosotros. Es por ese «sexto sentido» cuántico que les hace poder huir de las tormentas antes de que ocurran.
En 2015 un águila calva, símbolo de los Estados Unidos, picó a Trump mientras se hacía una foto como candidato al hombre del año para la revista Time. Y está también esa anécdota del loro arcoíris que le dio un picotazo a Ángela Merkel cuando estaba despidiéndose de su mandato después de dieciséis años. O la de los pájaros que se cagaron encima de Putin y de Biden cuando estaban en medio de sus discursos. Me encantan las metáforas aviares como termómetro para medir las tensiones del mundo. Cuando el papa Francisco liberó en el 2014 unas palomas de la paz para pedir el fin de la violencia y del conflicto que acababa de empezar en Ucrania, una de ellas fue atacada por un cuervo y la otra por una gaviota. Llamadme loca, pero yo a todo esto lo llamo cine.
En los años 60, durante una campaña por el control de una plaga de gorriones en China, Mao Zedong pidió su eliminación masiva. Se acabó la plaga de gorriones, pero a cambio llegaron plagas de langostas, chinches y cucarachas. Se estima que murieron entre 15 y 45 millones de personas por la hambruna que generó. Por desgracia esto no es una metáfora, pero lo que viene a continuación sí. Todos sabemos quién mató a nuestro querido pájaro azul. «El pájaro ha sido liberado», anunció Elon Musk cuando compró Twitter y lo transformó en X. La plaga de langostas, chinches y cucarachas no tardó en llegar y convertir en un vertedero lo que hasta entonces había sido una revolucionaria herramienta de información y opinión pública. Qué queréis que os diga, si la metáfora se cuenta sola: los pájaros han sido siempre los que nos estaban informando.
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