Seleccione idioma

Spanish

Down Icon

Seleccione país

Mexico

Down Icon

¿Fuga de cerebros en EE UU? La oportunidad de oro que Europa está a punto de desaprovechar

¿Fuga de cerebros en EE UU? La oportunidad de oro que Europa está a punto de desaprovechar

El lunes pasado, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, anunció con entusiasmo un programa de 500 millones de euros para atraer investigadores internacionales a Europa. A primera vista, parece una cifra ambiciosa. Pero pongámosla en contexto.

En Estados Unidos, muchas universidades funcionan con un modelo de endowment (dotación). Es decir, cuentan con una gran cuenta de ahorros que invierten para generar rendimientos anuales. Las universidades destinan una parte de esos rendimientos (un 4%) a financiar investigación, becas y salarios, mientras el capital sigue creciendo. En este contexto, ¿qué tan grande es el esfuerzo del programa Choose Europe? Los 250 millones anuales del programa no se comparan con los pagos de las dotaciones de Harvard o Yale, sino con los de una universidad un poco menos conocida. La apuesta de Europa es un poco menor que el pago anual de la dotación de Ohio State.

El problema no es solo el tamaño de la inversión. Es también la gigantesca brecha salarial. Un profesor titular en la Universidad Complutense de Madrid gana unos 35.000 euros al año. En la Universidad de Michigan, un profesor promedio gana 207.000 dólares (unos 195.000 euros). Es decir, que, en cuatro años, un académico en Michigan cobra lo que uno en España recibiría en dos décadas. El diferencial es abismal. Para convencer a un investigador que ya tiene su laboratorio y su familia instalada en los Estados Unidos hay que ofrecer algo mucho más atractivo que contratos precarios o ayudas de tres años.

España es uno de los países que está intentando aprovechar esta oportunidad, y ha ampliado su programa de captación de talento internacional, con 45 millones de euros adicionales para los próximos tres años (el Atlético de Madrid invirtió más de 180 millones de euros en transferencias para la temporada 2024/2025). En el pasado, este programa ha atraído a 58 científicos, la mayoría de los cuales son ciudadanos españoles (59%). Pero, nuevamente, el programa ofrece poca certeza sobre qué sucederá con estos equipos de investigación una vez que termine el incentivo. Además, es importante tener en cuenta que España es un país con un PIB de aproximadamente 1.500 millones de euros y un gasto público de alrededor de 600.000 millones al año. El esfuerzo para reforzar su plantilla académica representa solo el 0,0025% de su gasto público anual y es equivalente al pago de la dotación de una universidad estadounidense demasiado pequeña para figurar en el sitio web del Centro Nacional de Estadísticas de Educación de EE. UU. Es aproximadamente un tercio de lo que pagaría anualmente la dotación de la Universidad de Alabama, que ocupa el puesto 120 entre las universidades con mayores dotaciones.

Si el presupuesto refleja las prioridades, Europa está hablando mucho… pero invirtiendo poco.

Pero no escribo esto solo para quejarme. Lo escribo para picar el orgullo de Europa y proponer una alternativa audaz: crear un gran Fondo Europeo de Investigación. Un fondo soberano que invierta a largo plazo y genere rendimientos estables para financiar ciencia de primer nivel de manera sostenida.

¿Qué tamaño debería tener? Imaginemos un fondo que sea una octava parte del actual plan europeo de rearme (valorado en 800.000 millones de euros). Esos 100.000 millones de euros parecen mucho, pero son aproximadamente la dotación combinada de las tres universidades estadounidenses mejor dotadas, Harvard, Yale, y Stanford. Invertidos a un 4%, generaría unos 4.000 millones anuales—no durante tres años, sino para siempre. Eso permitiría crear, por ejemplo, 4.000 cátedras de excelencia, dotadas con un millón de euros al año cada una. Cada una de esas cátedras proveería el doble del apoyo provisto por el vehículo más prestigioso actualmente en Europa, los proyectores ERC, que pagan en el mejor de los casos 2.5 millones de euros en 5 años (o medio millón al año para todo el equipo de un investigador).

Otra cosa que Europa podría hacer es abrir explícitamente su sistema académico a los profesores-emprendedores. A diferencia de Estados Unidos o China, que se benefician enormemente de los profesores-emprendedores, el sistema de transferencia tecnológica de Europa se basa en la idea de que las empresas adquieren conocimiento colaborando con el mundo académico. Esto conduce a muchas reuniones y eventos, pero a pocas startups lideradas por profesores. En Estados Unidos y China, la figura del profesor-emprendedor es extremadamente común y altamente celebrada. Un ejemplo extremo es Bob Langer, Institute Professor en el MIT, que ha participado en la fundación de más de 30 empresas diferentes.

Hay que fomentar a los profesores-emprendedores porque las ideas no viajan en papel, sino dentro de las mentes. Por lo que el académico que descubrió el péptido o el algoritmo debe participar en la empresa que intenta comercializarlo. Que un profesor tenga éxito a través del emprendimiento no es un mal uso de fondos públicos. Es uno de los vehículos más eficaces a través de la cual la financiación de la investigación beneficia al mundo real. Un profesor-emprendedor crea numerosos puestos de trabajo y ayuda a mantener a las economías en las que está inserto en la frontera tecnológica.

Y, por supuesto, Europa debe simplificar su enmarañada burocracia. Un ejemplo vergonzoso en España es que los investigadores españoles deben pedir diplomas ficticios a los organizadores de conferencias para que les reembolsen los viajes a congresos. El infame y famoso “papelito español”.

Europa tiene una oportunidad histórica. Muchos investigadores en Estados Unidos están hoy más dispuestos que nunca a mudarse. Pero si queremos que consideren a Europa, tenemos que ponernos serios. Sinceramente, dudo que eso suceda. Espero, de corazón, que me demuestren que estoy equivocado.

Cesar A. Hidalgo es director del Center for Collective Learning de la Universidad de Toulouse y fundador de la compañía tecnológica Datawheel.

EL PAÍS

EL PAÍS

Noticias similares

Todas las noticias
Animated ArrowAnimated ArrowAnimated Arrow