Costa Rica salva los ecosistemas forestales escuchándolos
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Mónica Retamosa estaba cambiando las baterías de una grabadora cuando escuchó por primera vez a un pájaro campana. De pie en el suelo del bosque, miró hacia los árboles, buscando la fuente de su sonido metálico y poderoso . Buscó al pájaro durante media hora sin éxito. El pájaro campana canta desde las copas de los árboles, donde es visible para sus compañeros, pero invisible para los que están abajo. Aún así, Retamosa sonrió: cuida los ecosistemas del Corredor Biológico Amistoso de Costa Rica escuchándolos.
En la naturaleza, los seres vivos utilizan el sonido para casi todo. Hacen llamadas para atraer parejas, comunicar identidades, advertir de peligros, guiar el camino y ayudar en la caza o la defensa. Durante décadas, los investigadores han rastreado especies con grabadoras en la mano, y todavía lo hacen, aunque cada vez más también utilizan dispositivos de grabación a distancia. El estudio de los sonidos que emiten los organismos se conoce como bioacústica . Retamosa lleva 10 años realizando este trabajo.
Mediante grabaciones bioacústicas, los estudios han demostrado que algunas aves gritan fuerte para hacerse oír en las ciudades y que las crías de tortugas marinas se comunican desde el nido para coordinar su eclosión. Y cuando la bioacústica se combina con otros sonidos (los producidos por los seres humanos, así como los sonidos naturales del paisaje, como el romper de las olas en el mar) es posible interpretar significados ecológicos más profundos. Es posible monitorear cambios en la biodiversidad, detectar amenazas y medir la efectividad de las estrategias de conservación. Este análisis más amplio del sonido se conoce como ecoacústica, y es exactamente el trabajo que se está realizando aquí en Costa Rica.
Un pájaro campana de tres carúnculas ( Procnias tricarunculatus ) en Costa Rica.
Fotografía: Juan Carlos Vindas/Getty ImagesRetamosa trabaja desde hace 20 años en la Universidad Nacional de Costa Rica, en el Instituto Internacional para la Conservación y el Manejo de la Vida Silvestre. Utiliza la bioacústica y la ecoacústica para investigar los sonidos de este pequeño país centroamericano que alberga más de medio millón de especies.
“Los sonidos han quedado olvidados desde el punto de vista de la conservación”, afirma Retamosa. “La mayoría de las veces, oímos más de lo que vemos. Es probable que cuando se produce una perturbación en el sistema, podamos detectarla antes por un sonido, o por la ausencia de él, que por otros factores”.
El desarrollo de grabaciones automatizadas revolucionó la bioacústica y la ecoacústica. Ahora, los grupos de investigación pueden colgar sensores que graban fragmentos del día durante meses sin interferir con la vida silvestre. A Retamosa le gusta esta estrategia porque no es invasiva para los animales, facilita tener oídos en áreas extensas y lugares de difícil acceso y, en ocasiones, ayuda a descubrir especies misteriosas.
Aunque prefiere monitorear los ecosistemas a distancia, Retamosa todavía tiene que internarse en el bosque para instalar los grabadores. Las visitas al campo son fascinantes, pero nunca un paseo dominical. Ha caminado kilómetros entre el barro y las ramas, junto a sus compañeros Jimmy Barrantes y Randall Jiménez. Han subido y bajado pendientes interminables. Una vez, se cayó y se fracturó las costillas. Pero el trabajo no termina con la instalación: tienen que volver para cambiar las baterías y las tarjetas de memoria. En otros países, utilizan paneles solares e internet para recibir datos en tiempo real; en las oscuras y húmedas selvas de Costa Rica, todavía se hace a mano.
Trabajo de campo de monitoreo acústico en Costa Rica.
Fotografía: Cortesía de Jimmy Barrantes y Randall Jiménez.Eso es lo que hacía Retamosa cuando escuchó al pájaro campana. Esa grabación forma parte de un proyecto para rastrear el movimiento y la distribución de estas aves, que migran entre distintas altitudes de la región. Su presencia podría ser un indicador funcional del estado del Corredor Biológico La Amistad, que conecta al Parque Internacional La Amistad, en la frontera con Panamá, con otras reservas del sur de Costa Rica.
El corredor biológico se formó a partir del paso de fauna silvestre que surgió a raíz de la Ley Forestal de 1990, que protegía las áreas silvestres y fomentaba la reforestación en fincas mediante pagos por servicios ambientales. En 2010 fue mapeado oficialmente. Hoy atraviesa territorios indígenas y atraviesa el humedal más grande del país. En todo Costa Rica existen hoy 53 corredores, que cubren el 38 por ciento de su territorio.
Los datos del proyecto servirán para que el comité encargado de la biodiversidad y los recursos naturales de Costa Rica tome decisiones. “La idea es hacer un protocolo de monitoreo, vinculando al gobierno, a las comunidades y a nosotros como academia, brindando apoyo para el análisis y la interpretación”, dice Retamosa.
Una rana de cristal gigante de Limón bajo la lluvia en el Parque Nacional Braulio Carillo en Costa Rica.
Fotografía: Christopher Jiménez Nature Photo/Getty ImagesLas grabadoras colgadas en la naturaleza capturan muchos terabytes de datos, por lo que no es posible escuchar cada grabación. Con la intención de convertirla en una estrategia rentable, los investigadores han desarrollado índices acústicos: fórmulas matemáticas que interpretan las características del ecosistema a partir de los sonidos grabados. “Pueden reflejar la energía acústica de un lugar, una actividad o la diversidad de frecuencias”, explica Retamosa. Cuando empezó en este campo, solo había ocho índices acústicos. Ahora hay más de 80.
La disciplina está avanzando tan rápidamente que actualmente se debate el alcance de estos índices. En algunas de sus primeras investigaciones, Retamosa encontró que ciertas mediciones acústicas muestran variaciones entre regiones tropicales y templadas. Uno de los más conocidos, la complejidad acústica —el grado de variación y la intrincada estructura del sonido bioacústico—, se ha utilizado como descriptor de la diversidad de aves en ambientes templados. Sin embargo, en áreas tropicales, diferentes investigaciones han demostrado que no refleja la diversidad de especies, sino más bien el nivel de actividad acústica; es decir, en lugar de indicar la presencia de múltiples especies, parece mostrar la vocalización intensa de una o unas pocas aves.
El análisis cuidadoso de estos índices puede utilizarse para revelar la salud del bosque. En un informe con Jimmy Barrantes, Retamosa destaca que la medición de la entropía acústica —la variación de la intensidad del sonido a lo largo del tiempo y las frecuencias de audio— y la diversidad acústica les ayudó a clasificar el estado de perturbación de algunos sitios, mientras que la actividad acústica y la energía no lo hicieron. “Se pueden utilizar los índices para una primera exploración del sitio, para hacer estudios a lo largo del tiempo, buscando cambios específicos asociados a perturbaciones humanas y trabajar con especies clave”, explica.
Escuchando los impactos del turismoCada región tiene sus propias preocupaciones ambientales. En Costa Rica, el turismo ha crecido espectacularmente: entre 1984 y 1989, las llegadas internacionales aumentaron un 37 por ciento, pasando de 273.900 a 375.900 visitantes. Pero desde 1990, el ritmo se ha disparado: el año pasado el país recibió 2,6 millones de turistas.
Este auge plantea desafíos de sostenibilidad. Para abordarlos, el equipo del Instituto Internacional para la Conservación y el Manejo de la Vida Silvestre analiza los sonidos dentro y fuera de las áreas protegidas. Una de sus herramientas es un índice que mide la relación entre los sonidos biológicos y los ruidos producidos por el hombre.
Es necesario monitorear la calidad acústica del paisaje para conservar el ecoturismo del país.
Fotografía: Jordan Siemens/Getty ImagesEn los últimos años, la detección acústica automatizada, mediante inteligencia artificial y aprendizaje automático, ha revolucionado la identificación de especies. Antes, se requerían habilidades de programación avanzadas para utilizar la IA, pero con la llegada de modelos de interfaz accesibles, se está volviendo más popular. Exoacoustics se centra cada vez más en el desarrollo de modelos más precisos para clasificar los sonidos.
Y cada vez es más posible identificar especies individuales en el paisaje sonoro utilizando estas herramientas. En un estudio de fincas realizado como parte del proyecto Bosque Vivo, a cargo del Fondo Nacional de Financiamiento Forestal de Costa Rica, el equipo de investigación encontró que Hylopezus perspicillatus , una especie de ave sensible a las perturbaciones del paisaje, solo estaba presente en los sitios de control del Parque Nacional Corcovado y en los bosques de las fincas mejor conservadas.
En Guanacaste, Retamosa también trabaja en un protocolo de monitoreo a largo plazo para evaluar cómo los ecosistemas y la biodiversidad están respondiendo a la variabilidad climática. En otros países, proyectos similares están registrando líneas de base sonoras en sitios con mínima intervención humana que, en el futuro, podrían compararse con registros actualizados para detectar cambios. Aunque almacenar todos estos registros es costoso, Retamosa cree que formarán un archivo histórico invaluable, al que algún día se podrá regresar cuando la tecnología permita un mayor análisis.
Esta historia apareció originalmente en WIRED en Español y ha sido traducida del español.
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