No soy una persona sin hijos. Soy LIBRE de hijos: Sin hijos por elección, por Helen Taylor

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Si alguna vez has conocido a un padre perfecto que jura, con la mano en el corazón, que tener hijos ha sido una auténtica delicia, lo más probable es que mienta. No es cinismo, es la voz de la experiencia. Como madre de dos y abuela de cuatro, puedo dar fe de que los niños pueden ofrecer los momentos más emocionantes y los peores momentos. Que estos dos polos se equilibren parece cuestión de suerte. Entonces, ¿para qué criar?
Lamentablemente, muchas mujeres se convierten en madres porque eso es lo que hicieron sus propias madres y abuelas, y luego se sienten agotadas, decepcionadas y preguntándose dónde quedó su individualidad.
Las tasas de natalidad están en su nivel más bajo desde que comenzaron los registros
Helen Taylor comprende este proceso porque lo ha presenciado en muchas mujeres que conoce. Pero también ha observado la feliz camaradería de la vida familiar y ha sentido nostalgia. Ahí reside la dicotomía que se desentraña en este libro honesto, reflexivo y conmovedor.
Una atractiva mezcla de historia cultural y memorias profundamente personales, el libro ofrece un ingenioso subtítulo que interroga la palabra "sin hijos" en el título. Al explorar "El significado y el legado de una vida sin hijos", Taylor plantea una pregunta fascinante. "Sin hijos" suena muy negativo: algo que falta, pérdida, arrepentimiento, posible soledad. Por otro lado, "sin hijos" es positivo: una danza de alegría y libertad, sin pañales malolientes a la vista.
Sin embargo, ninguna de las dos partes cuenta la historia completa, como deja claro su libro. La distinguida trayectoria de Taylor se ha desarrollado en el ámbito universitario. Tras haber impartido clases de literatura inglesa y estadounidense en tres universidades, ahora (con más de 70 años) es profesora emérita y autora de numerosos libros. Sin embargo, se abstiene de sugerir que dicha carrera se habría visto enormemente obstaculizada por tener una familia, a pesar de que quienes elegimos (o nos adentramos) en la maternidad hace años sabemos lo abrumadoramente frustrante, agotador y culpable que puede ser compaginar el trabajo con los hijos.
En esta época de confesiones a menudo excesivamente líricas, el tono de Taylor es refrescantemente realista.
Mi historia no es trágica, aunque contiene desconcierto, arrepentimiento y tristeza, así como felicidad y plenitud. Tuve un aborto ilegal realizado de forma segura por un médico de Harley Street, y para mi alivio, no tuve más embarazos (gracias a la esterilización a principios de mis 40). He tenido dos relaciones con hijastros que me resultaron desafiantes, pero no monstruosas. Lo más significativo es que mi pareja de toda la vida no ha expresado ningún deseo de tener un hijo conmigo. Dicho esto, hay dudas y ambivalencias que nunca he abordado realmente…
'Mi historia no es trágica...'
Childless By Choice, dice, es un intento de analizar esos sentimientos, ya que muchas mujeres más jóvenes (así como sus contemporáneas) los comparten.
Hay una especie de generosidad desconcertada en la honesta elaboración que Taylor hace de sus propias emociones complejas, con la ayuda de otras mujeres con las que ha hablado y los ejemplos literarios citados en un capítulo útil al final.
Este libro llega en un momento en que los gobiernos occidentales se muestran cada vez más preocupados por la caída de la natalidad y buscan maneras de hacer la paternidad más atractiva para una generación que, posiblemente, se ha acostumbrado a vivir a su aire, además de preocuparse por el planeta. Gran Bretaña, al igual que casi todo el mundo, se enfrenta a una crisis demográfica. Nuestra tasa de natalidad cayó a 1,44 hijos por mujer en 2023, la más baja desde que comenzaron los registros en 1938. Las cifras de 2024 muestran un pequeño aumento, debido principalmente al aumento de bebés nacidos de padres mayores de 60 años y de inmigrantes de primera generación.
Pero eso ciertamente no es suficiente para mantener las ruedas de una nación sofisticada en movimiento, razón por la cual la Secretaria de Educación, Bridget Phillipson, declaró recientemente que quiere que "más jóvenes tengan hijos".
Sin embargo, el calificativo liberal bastante débil que añadió –“si así lo deciden”– hizo que el deseo político fuera bastante inútil.
Y nos lleva directamente al dilema planteado en el poderoso y silencioso libro de Helen Taylor.
Cuando era niña, Taylor adoraba sus muñecas, pero esos sentimientos no evolucionaron hasta convertirse en ese cliché de anhelar tener bebés.
Revela una relación compleja, aunque amorosa, con una madre que no deseaba que su única hija la siguiera por el camino de una maternidad agotadora y absorbente. La casa de una amiga, adornada con pañales secándose, le causó a la autora una sensación de «desagrado fastidioso» tal que «me alegré tanto de volver a mi ordenado piso sin hijos».
Enumera todas las tareas que las madres (y los padres, aunque no tantos) deben afrontar a medida que sus hijos crecen y la escolarización se vuelve más preocupante. Lo lees pensando con culpa lo fantástico que habría sido evitar todo ese estrés.
Childless by Choice ya está disponible
Es fácil imaginar la facilidad de una existencia sin hijos mientras describe una vida de amistades, de implicación cultural y política con el mundo que la rodea, de la suerte de tener una pareja de por vida igual a ella (al final se casaron) que no solo comparte sus intereses sino que también es una cocinera brillante.
Todo esto es cierto y convincente, y podría incluso hacer que las lectoras más jóvenes se sientan profundamente agradecidas por la anticoncepción que liberó a mi generación (que es la de Taylor) de las cargas de nuestras madres.
Pero esta escritora es demasiado honesta como para dejarlo ahí, y un lector atento podría percibir una profunda tristeza, en lugar de triunfo. Taylor admite que a sus 50 años «sintió punzadas de arrepentimiento por haber elegido un camino sin hijos» y ha observado con nostalgia a las familias disfrutando del tiempo juntas.
Conmovedoramente, recuerda que tras la muerte de su madre sintió una profunda tristeza por no tener a su lado a ninguna hija o hijo. Como era de esperar, se preocupa por el futuro y se pregunta para quién vivo. Ha experimentado una profunda depresión al intentar aceptar la tristeza residual que le queda de su libre elección.
Taylor reconoce que “necesitamos mantener a nuestra preciosa raza humana con vida y coleando”, pero su último grito de “más apoyo político, financiero, emocional y práctico para las madres” suena falso y contradice la verdad realista de su libro.
Porque, seamos sinceras, eso simplemente no va a suceder. Como siempre, las mujeres seguirán adelante, con pañales y todo.
Daily Mail