La última 'Misión imposible' de Cruise: ni un microsegundo en el que el espectador pueda pararse a pensar
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No sólo de cine sesudo vive Cannes, y el festival de cine más prestigioso del mundo, marcador de tendencia y acaparador de flashes, y para la supervivencia del arte y ensayo también hay que dejar espacio para el chafardeo y la palomita. Thierry Frémaux, el patriarca cannoise, sabe que si quiere que los medios sigan dando espacio al certamen en esta época multipantalla con déficit de atención, más vale un Tom Cruise saltando en paracaídas de un avión que el esperadísimo -y muy cinéfilo- tributo a la Nouvelle Vague con el que Richard Linklater este año compite por la Palma de Oro.
En ediciones anteriores fueron la secuela de Top Gun -aviones supersónicos franceses sobrevolaron el Palais des Festivals- y la última entrega de Indiana Jones las superproducciones que vinieron a traer un poco de fanfarria al asunto, y este año regresa Tom Cruise con Misión imposible: sentencia final - parte 2 para añadir espectáculo a la alfombra roja. Si en la gala de clausura de los Juegos Olímpicos de París Cruise se robó el espectáculo domando una Harley al estilo Ethan Hunt, ¿qué tendría preparado para la que en teoría es la última entrega de la saga? Al final, para decepción de muchos, Cruise se ha limitado a pasear sobre la alfombra roja como un humano cualquiera, como tú y como yo, que lo más arriesgado que hacemos es bajar los escalones de tres en tres. En la puesta de largo de la última Misión Imposible a Cruise lo han acompañado sus compañeros de equipo y de reparto, entre ellos Simon Pegg, Angela Bassett y el director, Christopher McQuarrie. ¿Será la franquicia finalmente una octología? Aunque, ya saben, esto es como con Scorpions, que llevan quice años de gira de despedida.
La de esta semana ha sido la tercera visita de Cruise en la historia del festival: la primera en 1992 para presentar Un horizonte muy lejano y la segunda en 2022 para recibir la Palma de Honor. Tom Cruise lleva cuatro décadas sobreviviendo a un mercado de estrellas de cine cada vez más efímero, y a sus 62 años sigue manteniéndose en forma y reforzando a través de planos a pecho descubierto su carrera contra el tiempo. Pocos actores son tan entregados como Cruise, dentro y fuera de la pantalla, consagrado a su imagen de la última generación de grandes estrellas de cine. Ethan Hunt, por su parte, lleva desde 1996 sobreviviendo a misiones imposibles, la primera de la mano de Brian de Palma, las últimas cuatro de la mano de McQuarrie.
Tom Cruise corre ahora para escapar de un presente mutante y sin certezas, de amenazas mundiales que, valga la redundancia, también han cambiado con el tiempo: desde el revelado de información clasificada o el tráfico de armas bioquímicas hasta la inteligencia artificial, el gran enemigo de Misión Imposible: sentencia final- parte 2, que se estrena en España este 23 de mayo. Cambian el miedo al que se enfrenta el mundo y cambian los bandos. También cambian las coprotagonistas femeninas: desde la francesa Emmanuelle Béart hasta la británica Hayley Atwell, pasando por la sueca Rebecca Ferguson. Cambia hasta la narrativa del cine, que ha abrazado una velocidad endiablada: ni un microsegundo en el que el espectador pueda parar a pensar. El único que no cambia es Ethan Hunt.
Misión Imposible: sentencia final - parte 2 responde de manera precisa a ese título de retales añadidos y lleva al epítome el desgrase cinematográfico. Más de una hora y media de sus dos horas y cuarenta y cinco minutos de duración funcionan como un tráiler interminable en el que no ya las secuencias de acción se suceden una detrás de otra sin apenas transiciones, sino las propias acciones se encadenan sin que importe mucho cómo hemos llegado hasta ahí. Como la vida de una persona normal se resumiese en el naces, te reproduces y mueres. Sí, los hechos son importantes, pero la esencia de la vida se encuentra en lo colateral. McQuarrie ahorra en todo lo que no sea pura adrenalina, lo que desemboca en un batiburrillo confuso que mezcla presente, flashbacks y prospecciones. Como si fuera un capítulo tributo a sí mismo, la cinta arranca con un repaso por todas las misiones anteriores, sus respectivos villanos, sus correspondientes intereses amorosos, las escenas clave de cada capítulo, en un gran sampleado preparado para el remix definitivo. La picadora posmoderna ahora se deglute a sí misma, como los programas de telerrealidad.
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En esta ocasión recuperamos a Ethan Hunt justo donde lo abandonamos: al inicio de la búsqueda del Sebastopol, un submarino ruso con reminiscencias del Kursk hundido en un punto indeterminado cerca del Ártico y que guarda en sus tripas sumergidas el prototipo primigenio de la gran amenaza que, como se empeñan en repetir los personajes, provocará la "desaparición del mundo tal y como lo conocemos". Y esa amenaza es la inteligencia artificial en su vertiente más imaginativa, capaz de adentrarse en los recuerdos del propio Hunt a través de máscaras de realidad aumentada, o algo así.
La inteligencia artificial, como decía, se ha desbocado y está fuera del control humano; ha decidido exterminar la civilización creando confusión y caos, favoreciendo la propagación de noticias falsas y alentando los estallidos de violencia entre la población. Los más fanáticos -en una clara alusión a fenómenos sociales extremistas y populistas- se han infiltrado en las instituciones para ayudar a la inteligencia artificial a crear un nuevo orden. Pero la pieza clave para conseguir que la IA acabe con la civilización es Gabriel (Esai Morales), el Renfield de nuestro Drácula virtual. Ethan Hunt y su equipo de renegados, de hackers (Simon Pegg y Ving Rhames) y de criminales más analógicas, como la carterista (Hayley Atwell) y la cazarrecompensas (Pom Klementieff), tienen que impedirlo y restablecer, en la medida de lo posible, el equilibrio analógico. Por eso, el mundo que diseña McQuarrie es más parecido a un retropresentismo de aviones de primera mitad del siglo XX y salinas bunkerizadas.
La trama es tan imbricada y confusa y las secuencias dejan entre sí tan poco respiro que, en cada una de las etapas de la búsqueda, los personajes deben recordar una y otra vez qué ha pasado hasta el momento y cuáles son sus planes: la película salta de un paisaje a otro, los personajes son tantos y tantos han sido sus cambios de bando que sólo queda dejarse llevar por Tom Cruise y esperar a que obre los milagros. Nada importa porque, supuestamente, todo es importante: por un lado, los gobiernos de las potencias nucleares han perdido el control de sus armas; al mismo tiempo, Ethan Hunt tiene que evitar que le perforen el cráneo de un balazo, un hachazo o un golpe de torpedo y que los villanos acaben con "la persona que le importa". Y a Ethan Hunt le importamos todos, sobre todo el espectador.
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Es cuando la película frena un poco, cuando vuelve a la estructura clásica de una película de acción, cuando Misión imposible: sentencia final - parte 2, cuando lo que le ocurre a Ethan Hunt vuelve a importar. Primero en una secuencia submarina, totalmente muda, oscura, llena de misterio y hasta con dejes de terror. Y segundo en una escena aérea que el director resuelve con altas dosis de comedia. Porque si algo caracteriza al gran blockbuster de acción del siglo XXI es su apuesta por el humor y su falta de sexo. Aquí ningún personaje muestra abiertamente atracción por ningún otro. El personaje de Grace (Atwell) juega en el terreno de una seducción ambigua. Aunque Cruise, eso sí, se deja ver en ropa interior en alguna que otra ocasión: Ethan Hunt es una arma mortífera, incluso en gayumbos.
También llama la atención -y esto viene siendo habitual en los últimos años- el poco cuidado con el que se trabajan los efectos digitales en este tipo de franquicias, que contraviene el trabajo físico de Cruise; ¿por qué esos cromas desastrosos justo en los compases finales? Es difícil que Misión imposible: sentencia final - parte 2 no sea un éxito de taquilla. Y es difícil que dejen morir a la gallina de los huevos de oro. La prensa cinematográfica se empeña -nos empeñamos- en jubilar una y otra vez a los grandes héroes: una vez fallecido James Bond, todo es posible. Dijeron que esta sería la última aventura de Ethan Hunt, pero como cantan Scorpions, "Leavin' life and all your pain/ Everything wants you back again" (dejando atrás la vida y el dolor/ todo quiere que vuelvas).
El Confidencial