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Marco Polo, Cristóbal Colón y Fernández de Santaella, los tres protagonistas de la primera globalización

Marco Polo, Cristóbal Colón y Fernández de Santaella, los tres protagonistas de la primera globalización

Entre el segundo y tercer viaje de los cuatro que Cristóbal Colón realizó a lo que hoy conocemos como el continente americano, el almirante genovés mandó a comprar en Gouda, Países Bajos, un libro que le había despertado mucho interés: una edición en latín, ya en papel impreso, del Libro de las maravillas, que Marco Polo había escrito en 1298. Colón lo estudia, lo escudriña, lo maneja como una herramienta útil para intentar situar en el mapa del mundo el punto geográfico que ya había visitado en dos ocasiones y del que no sospecha aún que sea un continente por descubrir. Realiza más de 800 anotaciones en los márgenes de las páginas, de su puño y letra, tanto de accidentes geográficos como de leyendas y riquezas: oro, especias… Busca encontrar en la aventura narrada por Marco Polo similitudes con su experiencia, de la que aún no alcanzaba a entender la verdadera dimensión. El mercader veneciano había realizado el camino por tierra a Asia y Colón, por mar a lo que creía, por las coincidencias que iba encontrando en el libro, que era el continente asiático, y resultó ser América.

Son los primeros años de la imprenta, una tecnología que cambió el mundo, pero ya antes, el Libro de las maravillas se había convertido en un superventas en toda Europa, por donde circulaban copias manuscritas en diferentes lenguas y dialectos de la península italiana. El clérigo sevillano Rodrigo Fernández de Santaella, fundador de la Universidad de Sevilla, también se interesa por esos relatos durante su estancia en Roma. Consigue hacerse con uno de los considerados manuscritos originales, escrito en véneto, la lengua literaria en la que Rustichello de Pisa escribió los fabulosos viajes que le relató en la cárcel el propio Marco Polo. Y 205 años después, en 1503, realiza la primera traducción al castellano, otorgándole un nuevo destino a este libro de viajes. Ese destino fue Sevilla. Y de Sevilla puso rumbo al Nuevo Mundo.

Estas joyas bibliográficas —emociona leer las caligrafías de Cristóbal Colón y Santaella en volúmenes excepcionalmente conservados— son parte de las 80 piezas que componen la exposición El viaje del conocimiento. Un mundo de cosas maravillosas, que puede verse en el Archivo de Indias de la capital andaluza hasta julio y que intenta explicar cómo el Libro de las Maravillas de Marco Polo se convirtió en una guía para la construcción de un mundo nuevo, donde Sevilla fue uno de los focos más activos de conocimiento.

El 'Libro de las Maravillas', de Marco Polo, en la exposición del Archivo General de Indias.
El 'Libro de las Maravillas', de Marco Polo, en la exposición del Archivo General de Indias.Alejandro Ruesga

La muestra es un auténtico gaudeamus de tesoros cartográficos, libros incunables, “algunos anotados por Cristóbal Colón con códigos secretos que sólo manejaba con sus hijos para que nadie supiera de sus rutas”, según explica el comisario de la muestra, Luis Méndez, director de Patrimonio de la Universidad de Sevilla. Un magnífico retrato de Fernández de Santaella pintado por Francisco de Zurbarán, la primera imagen grabada del mundo, fechada en 1493 o varias piezas que muestran los intercambios que había en la época, como una virgen filipina del siglo XVII en marfil policromado —una rareza de belleza excepcional tallada en la curvatura natural de un colmillo de elefante—, dotan de un extraordinario contenido a esta exposición por la que ya han pasado más de 40.000 personas y que ha sacado a la luz fondos inéditos de la Biblioteca Colombina, el Cabildo Catedral, la Universidad de Sevilla y el propio Archivo de Indias.

“El itinerario quiere mostrar los intercambios culturales que durante el proceso de la primera globalización tuvieron lugar entre Europa, América y Asia, así como el papel de las universidades que se fueron fundando a lo largo y ancho de los territorios ultramarinos pertenecientes a la monarquía hispánica, donde el germen de la de Sevilla fue fundamental”, explica el comisario. Un viaje por las maravillas del mundo a las que condujo un libro que recogía el itinerario y vivencias de Marco Polo. “Il Milione (El Millón) fue uno de los títulos con los que fue conocido en Italia el viaje que el mercader veneciano emprendió en 1271 a la China de Kublai Kan hasta su regreso en 1295. El libro cambió Europa y la forma de ver el mundo”.

En este contexto, Sevilla se situó como epicentro de aquella revolución, según la tesis de la exposición; y su fundador Fernández de Santaella, teólogo que se había formado en el Colegio de San Clemente de los Españoles de Bolonia, donde fue alumno también Antonio de Nebrija, como su prócer. “La Sevilla del siglo XVI era una de las ciudades más ricas y populosas de Europa, con numerosas colonias de mercaderes extranjeros, que dieron a esta nueva Roma un aire cosmopolita. No es de extrañar que la primera versión al castellano de la obra de Marco Polo se hiciese en Sevilla en 1503 por Rodrigo Fernández de Santaella, el mismo año en el que se crea la Casa de la Contratación tras los viajes de Colón al Nuevo Mundo”. Este canónigo de la Catedral tradujo la obra usando la que se creía como la versión original de Polo, un manuscrito véneto, conservado en la Biblioteca Colombina y que puede contemplarse en la exposición.

Imagen de la exposición 'El viaje del conocimiento. Un mundo de cosas maravillosas', en el Archivo General de Indias.
Imagen de la exposición 'El viaje del conocimiento. Un mundo de cosas maravillosas', en el Archivo General de Indias.Alejandro Ruesga

“La Universidad de Sevilla se convirtió en propulsora de conocimiento y de las herramientas científicas nuevas. Ese modelo se expandió por América, donde muy pronto sus universidades tuvieron un gran protagonismo. Desde estos centros educativos se afianzaron y difundieron las ideas del humanismo por América y Filipinas”, asegura Luis Méndez, que celebra con esta exposición el 520 aniversario de la institución académica.

Precisamente, la exposición hace especial hincapié en un hecho excepcional en la Europa de la época: la apuesta del reino de España por fundar universidades en sus territorios de ultramar. “Eso no lo hicieron ni Portugal, ni Francia ni Holanda. En las colonias que pertenecían a estos países, si alguien quería estudiar debía viajar a la metrópoli”, valora Luis Méndez sobre la red humanista que se extendió por América y Filipinas, desde que en 1538 la Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, en Santo Domingo, fuera el primer centro que abrió sus puertas en el Nuevo Mundo.

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