Ruinas de parques acuáticos, restos de un ocio popular que nadie reivindica

Imágenes de ruinas de parques acuáticos abandonados de países europeos, Estados Unidos o Japón, trufadas con antiguas postales que muestran el éxito de público que tuvieron. Fotos con un punto onírico, pop, distópico, de violencia absurda que no juzgan, pero señalan un abanico de temazos y debates contemporáneos. El turismo popular, el subidón del verano, los recuerdos, el ocio de pago con formatos globales, el despilfarro de agua, el consumo de territorio de usar y tirar propio del capitalismo voraz, los ayuntamientos que hoy autorizan actividades que mañana olvidan. El arquitecto y fotógrafo Pol Viladoms acaba de publicar Aftersun (Ediciones Posibles), un libro de fotos de parques acuáticos abandonados que ha tomado en un alucinante viaje que comenzó en 2009 “de forma casual”, cuando topó, volviendo de la playa, con los restos del antiguo Aquatic Paradise de Sitges (Barcelona).

A Viladoms le atrajo la simbiosis entre las piscinas, toboganes y trampolines y la naturaleza que los estaba tomando. El parque de Sitges ocupaba parte de una colina y el espacio le “enganchó”: “La vegetación que abrazaba las estructuras funcionales, la idea fantasiosa de antiguos espacios pensados para evadirte y trasladarte a otro mundo”, evoca. La pregunta fue entonces “si era un caso aislado o se había replicado en otras partes”. Buscó en prensa, archivos, internet… y hasta hoy. Para las primeras fotos eligió el blanco y negro, pero el proyecto ha acabado siendo en color. Con viajes entre 2010 y 2025, las imágenes están tomadas con una cámara de medio formato de película cuadrada, una Hasselblad, esas con visor superior que los fotógrafos apoyan en el cuerpo. Ha descartado las fotos de parques vandalizados o con grafitis: optó por plasmar el paso del tiempo sin alteraciones.

Las visitas a los parques tuvieron siempre “un factor sorpresa”. Algunos ya han sido desmantelados, otros están muy destrozados después de haber sido ocupados, a veces cuesta ver las piscinas porque están escondidas, en algunos casos encontró personas viviendo en las construcciones que siguen en pie, como duchas o taquillas, evoca el fotógrafo y arquitecto. En total, estuvo en 50 localizaciones de España, Italia, Grecia, Portugal, Francia, Estados Unidos y Japón. “Viajes muy locos” que hizo solo, con amigos o en pareja.
La idea de incorporar antiguas postales de parques acuáticos y confrontarlas con las fotos de las ruinas surgió durante las incursiones: “Encontraba de todo: souvenirs, postales, chanclas, toallas, publicidad, entradas…”, recuerda divertido. “Las postales eran para mí imágenes viejunas de un pasado que ya no existe, cuando ir a una piscina a divertirte era toda una experiencia”. Y también señalan el valor que tuvieron: “Lo que merece ser recordado con un ‘estuve aquí’, aunque a los parques no se les ha dado importancia”.

Al escanearlas en alta resolución, el fotógrafo se dio cuenta de “las subescenas que contenían”. Las colas, los chulopiscinas en lo alto de los trampolines, las volteretas, la desihibición al bajar por los toboganes, los padres que llamaban a salir del agua, las mujeres que toman el sol ajenas al frenesí… Como un voyeur, de las postales de 10x15 centímetros amplió cuadrados de un solo centímetro y apareció “la imagen íntima de un recuerdo reconstruido, quizás tramposo, que no recuerdas con precisión”. Durante años, buscó postales de parques en mercadillos, y dio con joyas como esta: “Querida familia, les saludo desde este lugar paradisíaco, donde estoy pasando mis vacaciones en compañía de un nutrido grupo de amigos. Muchos recuerdos a todos, Ricardo”.
De Aftersun llama la atención que las fotos no llevan pie. No se sabe la ubicación, ni el nombre del parque ni la fecha. “Me gustaba la idea de que no se sepa dónde están para que se lea como un continuo, como si fuera una sola localización, porque el fenómeno de los parques acuáticos es global. Las ruinas son ruinas, no importa dónde esté cada uno, lo que ves es identificable con cualquier parque, son espacios estandarizados, cerrados, con las mismas normas”. “Como fotógrafo me interesa dejarlo abierto, me gustan los espacios, en este caso representan un pasado y un presente fugaz, y tienen muchas lecturas”, apunta. A lo que añade a un “diálogo entre dos mundos: las fotos y los retales de postales, presente y pasado, vacío y lleno, realidad y recuerdo”.

Hasta donde ha podido saber el autor, el cierre de los parques que ha retratado se produjo tras graves accidentes o por falta de público, competencia de otros espacios o en zonas turísticas caídas en desgracia. Entre los recintos españoles que aparecen figura el citado de Sitges, Aquaoliva en Jaén, Aquópolis en Madrid y Turbogán en Alcossebre (Castelló). El único texto de Aftersun son dos páginas firmadas por la comisaria y gestora cultural Beatriz Escudero.
El proyecto de Pol Viladoms se expondrá durante el festival de fotografía SCAN de Tarragona, en otoño. Sobre el título, aclara que él llamó Aftersun al proyecto antes de la multipremiada película británica de 2022. Ambas comparten el tono, un punto desaturado, de estética vintage. El fotógrafo explica que la mayoría están hechas a mediodía, con sombras cortas. “Era importante disparar con la misma película para que los tonos fueran parecidos, sobre todo porque las ubicaciones son en distintos países, e intenté que la luz de los cielos fuera también parecida”. La Hassel que utilizó, añade, era de su padre, que se la regaló.

Sobre parques acuáticos abandonados habla también un proyecto artístico reciente, Fin de temporada, de la actriz y arquitecta Leonor Martín y los arquitectos Aida Navarro y Alejandro Sánchez, que desde 2020 están visitando recintos cerrados en la Península Ibérica y cuestionando su sostenibilidad económica y ambiental. Las ruinas contemporáneas son una materia prima muy sexy desde el punto de vista fotográfico. Un atractivo que invita a entrar a investigar sus porqués, sea desde el arte, la antropología, la economía, el urbanismo o cualquier otra disciplina.

Ruinas Modernas, una topografía de lucro se llamó el proyecto de la también arquitecta y fotógrafa Julia Schulz-Dornburg, publicado por Àmbit en 2012, que da cuenta de urbanizaciones abandonadas con imágenes que hacían explotar la cabeza. Pistas de esquí pegadas a un pueblo de cien habitantes de Valladolid. Una montaña de apartamentos junto a un campo de golf que no llegó a funcionar, en Almería. Orgías de cemento. Testigos de la resaca de la fiesta inmobiliaria en España que la autora recorrió durante dos años. Una herencia en forma de cicatrices de ladrillo que invita a ser revisitada ahora cuando, como entonces después de estallar la burbuja, la crisis habitacional vuelve a ser el principal tema de debate de social.
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